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Channel: Valladolid, la mirada curiosa
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WAMBA: A REY MUERTO REY PUESTO

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Recesvinto falleció en Wamba (antes llamada Gérticos) el dia 1 de septiembre de 672. Junto a su cadáver aún caliente, dice la leyenda que ese mismo día Wamba fue elegido rey de los visigodos.

Parece que la muerte le sobrevino a Recesvinto arando las tierras de su villa de Wamba(los reyes no eran entonces  señores coronados dedicándose a presidir audiencias y a viajar por el mundo, no) y que ese mismo día sus súbditos forzaron a Wamba a aceptar la sucesión del reino, cosa que él  no deseaba bajo ningún concepto.

Mas, es Valladolid tierra antigua y quiere el capricho de la historia que, según la leyenda, se dé  por bueno que no muy lejos de Wamba esté enterrado, precisamente, el antecesor de Recesvinto: en San Román de Hornija descansan los restos de  su padre, Chindasvinto. Ambos municipios (Wamba y San Román) están regados por ríos hermanos.

Es el caso que el valle del Hontanija, donde se asienta la localidad de Wamba tiene fama de abundantes y buenas aguas, que antaño le procuraban un verdor y frescura en verano muy atractivo para veranear. Tan es así que los Condes de Gamazo, a la sazón residentes en Madrid y gente muy vinculada a Valladolid (recordemos sus orígenes boecillanos) venía a Wamba a mitigar los calores estivales.

Bien, pues vamos a darnos un detenido paseo por  la vieja Gérticos,  tal como antes,  apuntan los historiadores,  se llamaba la actual Wamba,  municipio de potentes resonancias históricas,  en honor de aquel tímido rey que no quiso ser tal.

 

Nos recibe, antes de entrar en la localidad,  una estatua de factura contemporánea que representa al rey. Su autor es Lorenzo Duque. Descansan los restos de Wamba en la catedral de Toledo por expreso deseo de Isabel II. Murió, ya retirado de las tareas del reino (ocho años llevó la corona regia),  en la localidad burgalesa de Pampliega, donde reposó hasta que en el siglo XIII, por mandato del AlfonsoX el Sabio, sus restos mortales fueron llevados a una iglesia de Toledo. Cierto es que no deseaba la corona pero una vez aceptada exigió ser coronado en Toledo, capital por excelencia de los pueblos godos. Una vez empuñado el cetro real, demostró coraje y decisión. De tal manera que se le considera el último gran rey de los godos. Por ejemplo, y antes de la definitiva invasión de la Península Ibérica por los musulmanes en el año 711, Wamba ya tuvo que rechazar un desembarco árabe en el  672.

 

Ya hemos dado cuenta del enclave que ocupa el municipio en el valle de Hontanija,  río que nace en el antiguo monasterio de la Fuente de los Ángeles, en Villanubla. Pero además añade todas las aguas de los tesos calizos torozanos que le rodean, por lo que no es de extrañar la existencia de varias fuentes, cuyas aguas se han venido considerando salutíferas. De hecho el nombre de la fuente de Honcalada (en la fotografía), a la salida del pueblo en dirección a Villanubla, se considera que viene de la Edad Media. Tiene una fecha del siglo XVIII grabada en el frontispicio, pero sin duda se trata de una reconstrucción. Luego nos encontraremos con otra fuente antigua en nuestro recorrido por el municipio.

 

Tomamos la calle Zapico, que sale por detrás de la estatua a mano izquierda, que se prolonga por la calle de la Cruz y nos conduce hacia la plaza de la Iglesia. En la imagen fachada y detalle dela casa de la calle de la Cruz, 21 (la inscripción en la piedra dice que “todo lo que se ofrece a Dios florece”)… y otras construcciones que nos iremos encontrando durante el recorrido.

 

La iglesia de Santa María posiblemente se erige  sobre un templo visigodo desaparecido. Lo más antiguo que ahora se puede ver en el interior del templo se remonta al s. X. Construcciones  que fueron llevadas a cabo por monjes mozárabes venidos de los reinos musulmanes. Hablar de la historia de esta iglesia exigiría un largo artículo, así que lo dejaremos en apuntar que en el s. XII la engrandecieron los monjes hospitalarios (Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén), cuya característica cruz de ocho puntas se puede ver en diversos lugares del templo. La visita al interior de la iglesia hay que concertarla en el teléfono 679 14 27 30 (cualquier día de la semana excepto lunes). Frente a la fachada de la iglesia se ve la puerta de entrada al palacio y hospedería  de los hospitalarios (a la izquierda de la fotografía).

 

 

Diversos detalles de la fachada, que se fecha en 1195, año en que se rematan las trazas del templo. La iglesia se declaró Monumento Nacional en 1931.

 

Interiores de la iglesia incluidos algunos frescos antes tapado: se compone de tres naves; retablo hispano flamenco del s. XVI;  y   la capilla donde parece que recibió sepultura la reina Urraca de Portugal (madre el Alfonso IX de León). 

 

Patio que antes ocupaban el claustro y dependencias de los hospitalarios, también conocidos como Orden de Malta.

 

El afamado osario de Wamba se fue acumulando entre los siglos XIII y XVIII. Se trata de miles de calaveras y huesos atribuidos a los monjes.

 

Parte trasera de la iglesia y detalle de la cruz hospitalaria de ocho puntas en una ventana del templo.

 

 Detrás de la iglesia está la Casa Consistorial, de 1889.

 

Si volvemos hacia la estatua de Wamba por la calle de la Fuente veremos la llamada  fuente antigua, que nos muestra dos fechas que dan fe de diversos arreglos.

 

Por la zona en la que estamos, sin duda la piedra es la protagonista de las construcciones, como se puede ver en el recorrido por el municipio.

 

Ya en las afueras, en la carretera hacia Castrodeza,  veremos primero un peculiar palomar y luego un molino harinero, reconvertido en fábrica de luz, que aprovechaba las aguas del Hontanija.

 

La carretera hacia Peñaflor de Hornija conduce hasta el Humilladero,  por donde pasa el Camino de Santiago; y también nos lleva hasta la ermita de Nuestra Señora de la Encina, que aquí vemos al fondo formando parte del paisaje.  

 

Panorámica general del pueblo desde las estribaciones de Torozos. Obsérvese la estructura medieval que tiene formando un caserío en círculo cerrado sobre sí mismo para ser más fácilmente defendido en caso de batalla.

 

Plano callejero de Wamba, tomado de uno de los libros de Javier G. Muelas sobre la localidad.

 


TORRELOBATÓN: CENTRO DE INTERPRETACIÓN DEL MOVIMIENTO COMUNERO

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Cuando Juan Bravo oyó decir en el pregón que los degollaban por traidores, se volvió al  verdugo y le dijo: “Mientes tú y quién te lo manda decir; traidores no, más celosos del bien público sí, y defensores de la libertad del Reino”.

Con estas palabras, el líder comunero que junto a Padilla y Maldonado iba a ser decapitado una vez perdida la batalla de Villalar, reivindicaba el fondo y las causas del aquel levantamiento popular.

La guerra de las Comunidades tuvo una gran importancia en la historia de España, y su incidencia trascendió el marco temporal en que se desenvolvió. La derrota de Villalar en 1521 y más tarde la pérdida definitiva de Toledo en 1522, tuvieron una proyección enorme en los siglos venideros. La gesta de los comuneros se convirtió en uno de los mitos más significados de la lucha política y social por las libertades. De ahí su utilización por los liberales del siglo XIX como privilegiado referente y antecedente histórico de su proyecto político, tal como narra  Enrique Berzal de la Rosa en su libro “Los comuneros. De la realidad al mito”.

El levantamiento comunero fue tan fuerte y sentido que el almirante de Castilla escribió una carta al emperador dándole cuenta de lo difícil que iba a ser pacificar Castilla tras la revuelta, aun ganada la guerra por los realistas: “Su majestad ha de saber que esta maldita secta de libertad estaba muy imprimida en los corazones de esta gente, que han de pasar largos tiempos para que se olvide. Ha de saber Su Alteza que tan vivo tienen en el pensamiento a Juan de Padilla, como si lo viesen delante.”… Y se inició una tremenda represión contra los cabecillas comuneros y sus seguidores.

Aquella lucha contra los intereses imperiales de Carlos I tuvo varios escenarios: Segovia, Toledo,Toro,Villalar,  Medina del Campo… pero sobre todo, algunos castillos de Torozos: Peñaflor de Hornija, Villalba de los Alcores… y Torre de Lobatón (como entonces se llamaba a este municipio). De ahí que en el castillo de Torrelobatón esté perfectamente encajado el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero.

Esto viene a decir que las plazas y castillos vallisoletanos tuvieron un especial protagonismo en la Guerra de las comunidades. Y a tal efecto comentaremos, brevemente, alguno episodios.

La llamada quema de Medina se debe a que  el pueblo medinense defendió la artillería, desmontando las piezas y rodeándola con sus cuerpos, para impedir que las tropas realistas se las llevaran para asaltar Segovia, ciudad simpatizante con la causa comunera. Las tropas imperiales prendieron fuego a las casas pensando que el pueblo abandonaría la defensa y correría a socorrer sus propiedades. Pero nadie se movió hasta que las huestes de Carlos I no abandonaron sus intenciones y se marcharon de Medina del Campo sin haber cumplido su objetivo.

En aquella cruenta contienda también participó la villa de Valladolid. Corría el mes de enero de 1521 y el pueblo se concentró en la puerta de San Esteban (por la existencia de una iglesia con ese nombre), que estaba en las inmediaciones de la actual Plaza Cruz Verde. El motivo de aquel motín fue que en enero de 1521  Carlos I dio la orden de trasladar la Chancillería  a Arévalo. Aquello suponía una gran pérdida para la ciudad tanto en prestigio social como en actividad económica, por lo que los simpatizantes comuneros taponaron la puerta de tal manera que la comitiva de la Chancillería, dispuesta para el traslado, tuvo que volverse a sus casas sin abandonar la villa.

Por cierto, un hecho tan histórico como poco conocido es que en el antiguo monasterio de La Mejorada (Olmedo)  se enterró el cuerpo de Padilla: una vez ajusticiados los capitanes comuneros después de la batalla de Villalar.  Carlos I no permitió que su viuda, María Pacheco, se llevara los restos hasta Toledo para evitar convertirle en un mártir. Una vez perdido Toledo para la causa comunera, el enterramiento de Padilla continuó en La Mejorada, sin que se sepa que fue de sus despojos… A lo mejor su espíritu está vagando por la finca.

Y, volviendo al Centro de Interpretación Comunero, hay que decir que es de una calidad más que notable.  El conjunto de las salas, paneles, audiovisuales y objetos expuestos resulta muy didáctico, y se transforma en una amena y verdadera lección de historia.

La visita al castillo depara una agradable sorpresa, cual es una pequeña exposición sobre la película de El Cid, pues varias de sus escenas se rodaron en Torrelobatón.

 

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Habremos de llegar hasta el castillo de Torrelobatón entrando por la plaza principal, en la que está el Ayuntamiento y un recién recuperado rollo jurisdiccional que hasta hace unos pocos años estaba en la cercana finca de los Cabestany (de los cuales Rafael llegó a ser ministro de Franco)

 

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 La construcción del castillo es del siglo XV, sobre otro anterior del XIII, al que probablemente pertenezca la planta baja de la torre, lo que sirve para hacernos una idea de la antigüedad de las fortalezas de Torozos (había ya un castillo en Tiedra en la época del Cid: siglo XI, aunque el actual es de finales del XIII)

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Diversos paneles explican muy bien el contexto histórico en  el que se produjo la Guerra de las Comunidades

 

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Una guerra que tuvo un después que quedó muy influido por el levantamiento comunero, aunque fuera aplastado por el emperador 

 

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Maqueta y panel que explican la historia del castillo

 

13Desde la torre se divisa un amplio paisaje,  y unos paneles apuntan la dirección de diversos castillos: Montealegre, Fuensaldaña, Villalonso, Tiedra, Villavellid, Arévalo, Fuentes de Valdepero, etc

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En el rodaje de las escenas de El Cid que se llevó a cabo en Torrelobatón, participaron muchas personas de la localidad en calidad de extras. Hay quien dice que aquel rodaje produjo un antes y un después en el municipio: aportó cierto dinero a los bolsillos de los torreños, y también les abrió los ojos a otro mundo cuando en España (1961) apenas  había comenzado a entrar en la llamada época del desarrollismo.

HORARIO DE VISITA. Verano: Viernes de 17.00 h. a 19.30 h.; sábados, domingos y festivos de 11.00 h. a 14.00 h. y de 17.00 h. a 19.30 h. Invierno: Sábados, domingos y festivos de 11.00 h. a 14.00 h. y de 16.00 h. a 18.30 h. Visitas concertadas de grupo por teléfono de martes tarde a domingos.  Para más información, telf. 665 834 753.

 

 

 

 

DE PASEO POR OLMEDO… Y UNA EXPOSICIÓN

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El viernes 27 de abril, a las 20:00 h. inauguro una exposición de fotos en la Torre del Reloj, de Olmedo. Estará abierta hasta el 13 de mayo con el horario que figura en el cartel. Ir a visitar esta exposición es un excelente pretexto para darse un paseo por la villa.

 

Algunos municipios de Valladolid se constituyen por sí mismos en verdaderos museos  sin necesidad de recluirse en recinto cerrado alguno. Este es el caso de Olmedo que, inmerso en Tierra de Pinares, además del rico mudéjar característico de la zona, ofrece un caserío de variados y expresivos edificios.

Dejo los detalles de los lugares que visitemos en Olmedo al interés de cada persona por proveerse de información turística e histórica; pero sobradamente pueden servir los paneles y cartelas que en cada plaza y monumento tiene instalados el Ayuntamiento de la localidad.

Olmedo fue villa amurallada e importante en la Edad Media, cuando buena parte de la historia de la España cristiana gravitaba en torno a los reinos de Castilla y León. Por eso  Olmedo fue testigo de dos batallas señeras (años 1445 y 1467). En la primera latían las pugnas  entre bandos nobiliarios, y en la segunda salieron a colación los derechos sucesorios de la corona. Total, que entre una y otra casi se resume la historia de la época,  pues estuvieron implicados personajes tales como Beltrán de la Cueva, el Marqués de Santillana, Álvaro de Luna, Juan II de Castilla, los Infantes de Aragón, los Enríquez y los Pimentel, Enrique IV de Castilla y su hermano Alfonso… Vamos, que el tema da para una serie televisiva

Pero la historia y personalidad de Olmedo no se resumen solo en edificios monumentales y nobiliarios, sino en una variada panorámica de construcciones con muy distinta finalidad. Por eso voy a proponer una visita que no incluye todos los edificios típicos y monumentales, pero sí otros que el paseante no encontrará indicados en el callejero turístico de Olmedo.

Si la excursión se hace con chiquillería, es recomendable la visita al Parque Temático del Mudéjar en el que aparecen representados edificios de la provincia… También a las personas adultas les resulta curiosa la visita, pues las maquetas tienen el suficiente tamaño como para que incluso un adulto pueda meterse en el interior de algunos edificios. (B)

Vale, vamos a pasear por Olmedo (adjunto un callejero tomado del plano turístico de la villa, y las letras y números que acompañan el texto se corresponden con la ubicación en el callejero).

Entraremos por la calle 10 de Octubre: si se quiere acceder con vehículo, permite circulación hasta la plaza de Santa María, donde se puede aparcar el coche (A)

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Llegando desde Valladolid por la carretera de Madrid, nos toparemos con este imponente edificio, muestra de la rica actividad harinera que hubo otrora en la provincia. Lo del “sistema Buhler” que se anuncia en el frontispicio, no es sino una forma de moler la harina que en vez de emplear las muelas tradicionales, incorpora medios mecánicos mediante cilindros que incrementa sustancialmente la producción (1)

 

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El Ayuntamiento se refugia en el antiguo convento de Nª Señora de la Merced Calzada. Su actual aspecto barroco obedece al siglo XVIII. La parte trasera del edificio acoge el Centro de Actividades Escénicas (2)

 

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Frente al Ayuntamiento, está la Iglesia de Santa María del Castillo. Ofrece características que van del románico  del s. XII (portada), al gótico del XVI, pasando por ostensibles caracteres mudéjares del XV. Delante de la iglesia hay un busto que rinde homenaje a fray Bartolomé, curioso fraile mercedario nacido en Olmedo que, entre otras actividades en América, se propuso evangelizar al gran rey  Moctezuma, pero los acontecimientos no permitieron que su tarea llegara a buen puerto (3)

 

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De los tiempos de Carlos III, el Caño Nuevo es quizá la fuente más ilustrada y monumental de Valladolid. Al fondo se ve el lavadero, ya del siglo XX, cuyo interior merece una visita (4)

 

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Casa del Pósito, muy reformada, donde se almacenaba el grano. Actualmente es una casa particular (5)

 

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Restos de la iglesia de la Trinidad, mudéjar del XIII, cuya última utilidad fue albergar un cine (6)

 

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Cuando en el  XVI la peste asoló la ciudad de Valladolid, la Real Chancillería se alojó provisionalmente en este edificio, que también se conoce como la Torre del Reloj (7)

 

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Antigua casa de la Villa (s. XVI-XVII), ahora centro de actividades culturales. Por el arco del Corregidor, que se abre bajo el edificio, nos dirigimos hacia nuestro próximo destino (8)

 

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Monumento Histórico Artístico Nacional, el edificio de la iglesia de San Andrés es una de las construcciones más queridas de Olmedo. Mudéjar del siglo XIII, delante de su fachada se yergue el esqueleto de un gran olmo. Esta foto es un pequeño lujo pues el olmo ya solo conserva el tronco  (9)

 

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Detrás de la plaza de San Andrés, está el Instituto Alfonso VI, uno de esos característicos colegios de los años 30 del siglo XX que tienen la firma de la que fue afamada Oficina Técnica para Construcción de Escuelas: dependiente del Estado se creó  en 1920. (10)

 

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Nos salimos del recinto amurallado por el Arco de la Villa, una de las legendarias 7 puertas de Olmedo (11)

 

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Y frente al Arco de la Villa, en la calle Senovilla, se conserva la que se considera última cantina superviviente de Olmedo. Tomamos un refresco en Cantina Chichi, y nos aprestamos a concluir nuestro paseo, ahora por el exterior, hasta nuestra próxima y cercana parada. Aprovechamos para observar los lienzos de la muralla que, más o menos reconstruidos, aún se conservan (12)

 

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Arco e iglesia de San Miguel. Otra de las puertas.  La iglesia es, tal vez, el edificio mudéjar más emblemático de la localidad (13)

 

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Volvemos a adentrarnos en el interior de la villa para dirigirnos al Palacio del  Caballero de Olmedo. Un histórico y noble edificio que perteneció a los Condes de Bornos. Ahora alberga un espacio audio visual que relata diversos episodios del Siglo de Oro español y de la afamada obra teatral de Lope de Vega. Su patio acoge el corral de comedias donde se lleva a cabo buena parte del Festival de Teatro Clásico   (14)

 

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Y, próximo al Palacio del Caballero está Las Mesnadas,  antigua posada construida en el año 1517 (15)

Nuestro paseo ha concluido. No obstante en nuestro deambular por Olmedo nos iremos encontrando con interesantes casas y rincones, así como con la mayoría de edificios que tienen alguna relevancia arquitectónica o histórica.

 

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Plano-callejero de Olmedo

 

 

 

ARCO DE LADRILLO, SÍMBOLO VALLISOLETANO

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El Arco de Ladrillo es una de esas construcciones únicas de las que disfruta Valladolid. Sin duda es el emblema ferroviario de la ciudad.  Es  el epicentro de un amplio entorno en el que se entremezclan diversos edificios muy peculiares: vinculados al ferrocarril unos, industriales otros, dotacionales, etc. que tienen el hilo conductor del ladrillo y de una época a caballo entre el siglo XIX y XX. Un paisaje  que, aunque muy transformado, conserva el sabor de una época.

Juan Agapito y Revilla, el arquitecto municipal de las primeras décadas del s. XX,  se interesó por la construcción del Arco de Ladrillo. Relata que nadie supo darle un explicación convincente de porque se construyó en este punto y sitio tan curioso y sin justificación alguna, ni porqué lo de haber empleado ladrillo. De sus pesquisas solo quedaron interrogantes: ¿disputa por demostrar la solidez del ladrillo frente a la creciente competencia del hierro? ; ¿una prueba para la futura construcción de la cimbra de un puente? ; ¿arco triunfal para la inauguración del ferrocarril? ; ¿una disputa entre los ingenieros españoles (partidarios del ladrillo) y los ingenieros franceses (defensores  del hierro)?…

Para  intentar resolver estas cuestiones viene en nuestro auxilio  Nicolás García Tapia: acudimos a su discurso pronunciado en el año 2000 en la Real Academia de Bellas Artes  titulado “Arquitectura y máquinas: el Arco de Ladrillo, símbolo del patrimonio industrial de Valladolid”.

Este discurso de uno de los mayores expertos en historia de la tecnología nos deja varias afirmaciones: la construcción está ligada claramente a la de ferrocarril, pues incluso la prensa, desde el principio lo comenzó a llamar “Arco de la Estación” (incluso antes de que se construyeran las vías), y a la calle que conducía hacia esta nueva construcción se la conoció como calle del Arco de la Estación; el porqué de este nombre puede venir explicado por el hecho de que la primera estación de viajeros se construyó al pie del arco. Se trataba poco más que de un sencillo apeadero. La actual estación con su marquesina tardaría aún varios años en construirse.

Y en cuanto a la fecha, parece claro que en diciembre de 1857 ya estaba levantado.

La reina Isabel II recaló en Valladolid el 23 de julio de 1858, y entre los eventos que ese día se organizaron en honor a la Casa Real estuvo la inauguración del ferrocarril que estaba siendo el gran acontecimiento de una ciudad que iba a ver cambiado radicalmente su futuro gracias a esta nueva infraestructura. Mas, en honor  a la verdad,  hay que decir que aún no se habían construido las vías de ferrocarril, así que la inauguración ahora diríamos que fue “en diferido”: no había vías ni estación, lo que convirtió al Arco de Ladrillo en el hito conmemorativo del ferrocarril en Valladolid.

Sigue contando García Tapia que el sentido ferroviario del arco quedaba confirmado en un folleto que  anunciaba la fastuosa inauguración. El texto decía, entre otras cosas,  que el arco de ladrillo era el “arco que ha de dar entrada a la Estación del Ferrocarril del Norte”.

El caso es que el Arco de Ladrillo, que quedó un tanto desvalorizado cuando se construyó finalmente la Estación del Norte con su marquesina de hierro, se constituyó en el símbolo ferroviario e industrial de Valladolid,  y brillante exponente de la potente industria cerámica de Valladolid.

Desde que por aquí estuviera de inauguración la Reina habrán de pasar dos años para que recalara el primer tren en nuestra ciudad. Y fue el Arco de Ladrillo el que puso el marco a la llegada de aquella primera locomotora  en 1860. El tren, procedente de Burgos, solo pudo llegar hasta el Arco de Ladrillo, donde estaba habilitada una modesta estación y porque, además, todavía no había vías en dirección  Madrid.

Contado esto propongo un paseo por el entorno de este emblema vallisoletano, saboreando lo que aún queda y tratando de entrever lo que el Paseo del Arco de Ladrillo fue en sus días de máxima actividad industrial (el tramo del paseo  que apunta hacia Madrid antes se conocía como carretera de Madrid). El paseo podemos comenzarlo frente a la fábrica de harinas la Rosa y concluirlo en  el paso a nivel de la carretera o calle Arca Real, en la embocadura del Polígono de Argales.

 

Fábrica de harinas la Rosa, en la calle Puente Colgante, frente a ella, la Casa de la India. La fábrica conoció sus primeras construcciones en 1906 y tuvo varias ampliaciones. 

 

En 1851 Eudosio López amplió el horizonte empresarial que había heredado de un pequeño negocio de ultramarinos en la calle Cebadería que tenía actividad desde 1821. Construyó un almacén de licores y la fábrica de chocolates La Llave. Posteriormente –año 1894-  y en el mismo lugar levantó el nuevo edificio que ahora vemos.

 

Aunque parezca modesto es muy interesante por su tipología este edificio inmediato al Arco de Ladrillo, y no hay que dejar de fijarnos en su parte posterior,  a la que se accede por una nueva calle que se abrió en la antigua Guardería (que conserva su arco de entrada).

 

Arco de Ladrillo (1857) en la actualidad. Sobrevuela las vías del tren con una luz de 30 metros y su punto más alto se eleva a 23 metros. Para su construcción se emplearon 147.276 ladrillos (es una estimación entre los que están a la vista y los interiores) y pesa 800 toneladas, incluyendo los cimientos.

 

 

En la foto de Clifford y en el grabado de Tomás Capuz se reflejan las grandes tiendas de campaña que se montaron para la  inauguración del ferrocarril y la presencia de Isabel II (1858). Tiendas y arco estaban decorados con banderas españolas y francesas debido a que la empresa financiadora de las obras ferroviarias era Le Crédit Mobilier, y a la participación en las obras de ingenieros franceses junto a los españoles.

 

La llamada Rotonda es un edificio de gran singularidad constructiva y muy vanguardista para la época. Apenas hay edificios ferroviarios como este en toda Europa. Tuvo gran importancia en la logística de los ferrocarriles de toda España pues llegó a tener asignadas para su mantenimiento  más de 110 locomotoras. Su construcción se remonta a 1863. Ahora está muy deteriorada y tiene construcciones y materiales añadidos que no se corresponden con su composición original. Es, sin duda, un edificio que debe ser conservado y restaurado.

 

Almacenes Generales de Castilla, que llevan la firma del afamado arquitecto Jerónimo Ortíz de Urbina. Su licencia de construcción se remonta a 1874 y su primera actividad hay que situarla en 1878. Se convirtieron en uno de los mayores almacenes de España para distribución de mercancías por toda la Península. En estas naves se alojaron diversos mayoristas de la alimentación. En ellos estuvieron industriales como Rueda, Abel González,  García Abril, etc.    En 1990 cesó toda actividad: el último en salir fue Legumbres Rueda. Tras un  periodo de abandono, sus naves se están recuperando con diversas actividades. En las imágenes: panorámica del edificio,  interior de una nave antes de su rehabilitación y las bodegas que ahora ocupa el restaurante Arco  Ladrillo. Inmediato a estos almacenes había uno de los varios fielatos que tuvo Valladolid en todas las carreteras de acceso a la ciudad. El fielato era el punto de recaudación de impuestos por algunas de las mercancías que se introducían en la ciudad.

 

Uno de los edificios más interesantes de Valladolid por su ubicación, construcción e historia: la posada del Arco, una construcción fechada en 1880 sobre otra anterior de 1840. Su arquitecto fue, también, Jerónimo Ortiz de Urbina.  Es el recuerdo vivo de las posadas que hubo en Valladolid. En esta recalaban desde los piñeros que venían a la ciudad con su mercancía, hasta tropa con los  sementales del ejército, pasando por trabajadores del ferrocarril. Muy interesante la construcción tipo suizo de su parte de atrás. Esta posada nos sirve para indicar que la vieja carretera de Madrid  comenzó a ser atractiva para posadas y actividades industriales incluso antes de la llegada del ferrocarril.

 

Estación de la Esperanza (1895) de la línea ferroviaria de Ariza, instalaciones construidas por el ingeniero francés Boucher de la Martinière.  Las vías aún están en uso  para servicio de RENAULT.  Junto a ella se ve la chimenea y otras construcciones de la antigua Azucarera Santa Victoria, que se construyó en 1899. Probablemente se construyó una vez perdida Cuba y, por tanto el azúcar que en aquella isla se fabricaba. Hoy día sus instalaciones están abandonadas, no obstante es un lugar ajardinado muy agradable para pasear.

 

La carretera de Madrid y la proximidad al ferrocarril debió parecer al Ministerio de Defensa (de Guerra se llamaba antes), que era un lugar ideal para construir cuarteles.  El cuartel Conde Ansúrez se construyó en 1901 (lo inauguró Alfonso XII en 1902)  y la residencia militar inmediata al cuartel en 1903. Muy posterior  es el cuartel de artillería General Monasterio (1953) y la residencia de oficiales que hay junto a él. Conserva el Conde Ansúrez el escudo real que corona su frontispicio de la entrada. Como curiosidad, en las tapias de este cuartel aún se puede ver la entrada al palomar: corrían años en los que las palomas fueron de mucha utilidad en las comunicaciones  militares, por eso el Ministerio de Defensa, todavía avanzado el siglo XX, tuvo competencias sobre palomas y ganadería caballar (también de interés estratégico militar).

 

Lo único que queda de los míticos talleres Fundiciones Gabilondo (luego Beloit Ibérica), instalados hacia 1947. Cerraron sus puertas en   1999   después de que la nueva propietaria, la multinacional ENERTEC,  vendiera los terrenos para construir viviendas.

 

Casilla ferroviaria de Argales. Como ya hemos dicho, la línea de Ariza todavía está en servicio en esta parte de Valladolid para uso de la empresa RENAULT, por eso es necesario que se mantenga este viejo paso a nivel del siglo XIX, pues, aunque de tarde en tarde,  aún se baja la barrera para dar paso al tren.

 

Inmediata al arco, estuvo la fábrica de harinas La Magdalena, de Emeterio Guerra. La licencia de construcción es de 1914, su arquitecto fue el afamado Teodosio Torres, que también proyecto edificios como el Instituto Zorrilla, la plaza de toros o el llamado Hospital Viejo (actuales dependencias de Diputación).

 

Desaparecida fábrica de harinas de Anselmo León, en el paseo del Arco de Ladrillo, cerca de la actual estación de Ariza. Su fecha de construcción se remonta a 1907. Con el tiempo, Anselmo León fue por la provincia transformando fábricas de harina en centrales eléctricas.

PATRIMONIO Y NATURALEZA EN LA SANTA ESPINA

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El embalse de Castromonte, también llamado del Bajoz o de la Santa Espina, es uno de los lugares más interesantes de la provincia de Valladolid. Una presa de tierra levantada en 1969 sujetó  las aguas del modesto río Bajoz para construir un pantano con el que regar las tierras del entorno del pueblo de la Santa Espina (perteneciente a Castromonte), que en 1957 se había asentado en las proximidades del Monasterio del mismo nombre.

Hacia los ochenta, se decidió que ya no se volverían a utilizar estas aguas para regar,  y su destino se convirtió en velar por la reproducción de aves, acoger aves migratorias, favorecer la vida del extraño gallipato (un anfibio que puede llegar a medir 30 cm. con una cola aplastada lateralmente)  y alojar tencas y carpas. Dicen quienes entienden, que este  embalse es el destino preferido de los pescadores de la región que quieren disfrutar de la captura de tencas. No obstante, la necesidad de proteger la reproducción de las aves y no perjudicar a la colonia de anátidas, sobre todo en la cola del embalse, ha hecho que se limiten a prácticamente  la mitad de sus orillas los lugares destinados a la pesca. Una pesca para la que solo se conceden seis permisos diarios.

Pero este entorno también nos ofrece otros alicientes relacionados con el patrimonio para disfrutar de él en una agradable excursión. Una excursión que, indefectiblemente, ha de incluir una visita al monasterio de la Santa Espina.

Hay varias opciones para recorrer este paraje recóndito, en razón del tiempo que queramos dedicar a caminar: podemos partir desde el mismo monasterio atravesándolo por completo o, como propongo en este caso, desde el arranque del sendero que parte de la carretera que une La Santa Espina con Castromonte. Hasta el pantano hay apenas tres kilómetros y si lo rodeamos tendremos que dedicar unas tres horas a la excursión.

 

Punto de partida del sendero. Para dejar el coche hay un pequeño aparcamiento unos cien metros más adelante.

 

Molino de cubo que explotaban los monjes. Su técnica, que se explica en un letrero, consistía en llenar de agua una especie de pozo que incidía sobre la piedra que hacía girar el molino.

 

Colonia de abejarucos, pájaros que  aprovechan para anidar los taludes de tierra blanda y que tienen especial predilección por las abejas. Cuentan en el pueblo que el famoso Félix Rodríguez de la Fuente tomó escenas del movimiento de esta  colonia de aves.

 

Pasado el talud de los abejarucos, a la izquierda se inicia un corto sendero que lleva hasta las ruinas de la “Casa del  fuerte” (atentos pues el fuerte está en la izquierda apenas comenzada la subida). Esta casa estaba habitada por el guarda del monte.  Su último morador (hasta la década de 1950) fue Cirilo. Estas tierras donde se ha levantado el pueblo de colonización de la Santa Espina, pertenecieron a la marquesa de Valderas. Aquella señora dejó escrito en su testamento que si sus herederos carecieran de descendencia, la tierra se donaría a gentes humildes de los pueblos de alrededor. Fue el ministro Cabestany el que echó mano del testamento para levantar un pueblo de colonización y dar casas a familias de los pueblos limítrofes con Castromonte. Y aquí llevan desde 1957.

 

Llegamos hasta el embalse. Se puede rodear por completo. Lo mejor es hacerlo por la parte derecha y hay que ir muy atentos para ver el punto en el que hacia el final permite el paso hacia la otra orilla. La mejor forma de hacerlo es fijarnos en alguna cinta de plástico atada a las ramas de un árbol: el punto en el que se halla un puentecillo de madera que salva el escaso caudal del Bajoz. Si no se encontrara, pues media vuelta y a seguir disfrutando de la caminata.

 

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Toda la orilla del embalse es muy sombrada: pinos, cipreses de Arizona y robles nos procuran un agradable paseo.

 

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Garza descansando en la copa de un árbol.  Terminado el paseo es obligado disfrutar de otros puntos de interés en la Santa Espina.

 

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Terminado el paseo es imprescindible  visitar  los edificios de la Santa Espina, como la iglesia. Pero hay otros puntos interesantes,  como el lugar de la Nevera: bordeando las piscinas e instalaciones deportivas que están detrás del monasterio,  y junto a la explotación ganadera que hay en el monasterio, tomaremos el camino de la Nevera. En un momento determinado sale por nuestra derecha, como retrocediendo, una caminillo que nos lleva hasta el depósito de agua. Este depósito, presidido por un alto pedestal que eleva lo que queda de una imagen conocida como Virgen de la Nevera,  está construido aprovechando un antiguo pozo de nieve.

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Panorámica de la Santa Espina desde la Nevera.

 

141516 El monasterio de la Santa Espina tiene origen cisterciense (s. XII), aunque casi todo lo que ahora vemos alcanza su esplendor en el XVI (hospedería), y XVIII (fachada y torres de la iglesia). Llamo la atención sobre los dos relojes de sol que están en el arco de acceso al monasterio.

 

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Para conocer todas las posibilidades que ofrece completar nuestra excursión conviene consultar en internet horarios y días de visita al monasterio y el museo de Aperos del Ayer.

 

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Panel explicativo sobre los valores naturales del embalse,  y plano orientativo de las sendas que parten del mismo monasterio.

VILLACRECES, UN DESPOBLADO EN TIERRA DE CAMPOS

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Villacreces, un pueblo deshabitado desde hace  cuatro décadas, recibe a los visitantes en los confines del norte de la provincia de Valladolid, aunque no es el único pueblo abandonado durante el siglo XX, pues al otro extremo, en el sur, junto a San Pablo de la Moraleja, Honquilana también está desierto desde los primeros años del siglo.

Paradojas de la vida, para llegar a Villacreces, ahora hay una decente carretera para salvar las vías del ferrocarril, donde antes apenas un mal camino pasaba por encima de los raíles.

Cuando se deshabitó  definitivamente tenía una treintena de casas y casi cincuenta bodegas. En los años 50 aún censaba 130 habitantes. Era un municipio que vivía del cereal,  del vino y de las legumbres. También tenía rebaños de ovejas. No fue tanto el problema de falta de trabajo, sino el tirón de la emigración hacia la industria y la falta de servicios en el pueblo: para todo había que salir del pueblo.

Los últimos habitantes se marcharon a Villada. No había agua corriente en las casas, el agua la cogían de pozos y de la fuente. Ahora el término municipal está agregado a Santervás de Campos.

Villacreces es un municipio antiguo. Su historia se remonta al siglo XI y sus pastos han sido codiciados. Pastores de Quintanilla que traían aquí sus rebaños  en el XVI pleitearon con Peñafiel por el uso de los pastos. Acabó siendo tierra de Peñafiel. Fue villa  en el XVIII. El valor de su trigo llegó a ser  referencia en la comarca. Unas 44 casas tenía a mediados del XIX. Con 230 habitantes comenzó el siglo veinte y mantuvo una escuela mixta hasta los años sesenta.

 

Desde Villalón de Campos se llega hasta la palentina Villada y atravesando Pozuelos del Rey,  al final de una carretera recién construida, se dibuja un paraje que impresiona sobremanera: un pueblo vacío, marrón de abobes,  ruinas recortadas sobre un horizonte casi infinito, quietud extrema, soledad absoluta, silencio.

 

Villacreces se ha constituido en un yacimiento de adobes: por todas partes  viviendas y tapiales corraleros  se han ido viniendo abajo. El barro y paja  que alguna vez abrigó a las gentes que  habitaban las casas se ha fundido con la tierra. No obstante, las fachadas y  paredes que resisten el paso del tiempo sin derrumbarse producen la apariencia de mantener, aún, el trazado de las calles.

 

Es un caserío de pequeña extensión, pero su recorrido da mucho de si. Todavía hay multitud de restos que dan fe de la vida que alguna vez tuvo. Un paseo atento por entre las casas ofrecerá objetos variopintos: un SEAT 600 abandonado, máquinas aventadoras inservibles, brocales de pozo, alguna pequeña rueda de molino, gastadas vigas de madera, restos de persianas y otros objetos domésticos,  las tripas de un palomar,  una puerta que aún crea la ilusión de cerrar el acceso a una casa…  En fin, testimonios de quienes antes habitaban  sus casas, recorrían las calles, cuidaban las bodegas y atendían los corrales que, de todas formas, se llevaron consigo cuanto de valor y utilidad pudieron.

 

Sólo una construcción se mantiene enteramente en pie: la torre mudéjar del siglo XVI. Cuadrada y de cinco cuerpos, abre en su parte más alta los arcos de medio punto donde se alojaban las campanas. Y, muy común en las construcciones mudéjares, se pueden apreciar a lo largo de toda la torre los agujeros en los que se instalaban los andamios que facilitaban su construcción. Mechinales, se llaman estos orificios. Hace unos años unos desalmados robaron  la última campana que quedaba. Ahora, la torre es morada de búhos y palomas. Próxima a la torre, también se mantiene en pie la fachada de la iglesia que se reconstruyó en los años 50.

 

 

Al final del pueblo hay  muchas  bodegas cuyas entradas se han ido cegando con la tierra de las bóvedas que se van viniendo abajo. Es un lugar donde no se debe  caminar fuera de los senderos marcados, pues son numerosos los agujeros que se han ido abriendo, así como por el mal estado de las techumbres antes consolidadas con vigas de madera.

 

Y a las afueras del pueblo, un oasis en medio de Tierra de Campos. Eso parece la chopera y la profusa  vegetación que medran junto a las orillas de un riachuelo y una fuente de abundantes aguas. Un puentecillo salva el riachuelo y dos grandes pilones rebosantes de agua encharcan todo el entorno, verde, sombrado. Un lugar muy atractivo en verano al que suelen venir gentes de los pueblos de alrededor.

CURIOSAS CONSTRUCCIONES

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La ciudad de Valladolid creció al galope en  pocos años. Aquello supuso un fuerte destrozo en el caserío tradicional y la aparición de nuevos barrios. Hablamos de la segunda mitad del siglo XX, en la que, primero necesidad de dar casa a la inmigración rural debido al asentamiento de nuevas industrias, y más tarde por la construcción de viviendas como objeto de inversión, hizo que el casco urbano creciera enormemente en pocos años.

El número de habitantes pasó de 120.000 a 320.000 (en números redondos), con el consiguiente incremento del número de viviendas y la superficie ocupada por el casco urbano.

En esta “nueva” ciudad muchas construcciones antes en el extrarradio quedaron engullidas por los nuevos barrios que fueron naciendo.

No obstante, ahí están los testimonios monumentales de la  historia vallisoletana, como palacios e  iglesias; también  calles y plazas, sin olvidar unas cuantas importantes construcciones industriales.

Pero entre el caserío se esconden otros testigos, digamos menores, de un Valladolid que también existió y que dan fe de sus avatares y de sus formas de vida.

Se trata de construcciones modestas que  están diseminadas por las costuras de la ciudad y  que en muchos casos pasan desapercibidas sobre todo por el desconocimiento de su razón de ser.

Y a ellas me voy a referir en un paseo por algunos de esos testigos de un Valladolid pretérito, que siguen estando ahí dando testimonio de numerosos avatares de la historia de la ciudad y de sus gentes. Muchas de estas construcciones están protegidas por el Plan General de Ordenación Urbana para que nadie pueda (en principio) destruirlas debido al valor histórico y arquitectónico que tienen.

 

Desde el Puente Mayor, y del lado del barrio de la Victoria, aún se ve perfectamente reconocible el emplazamiento que tuvo el llamado “ingenio de Zubiaurre”. Pedro de Zubiaurre que era un destacado militar e  ingeniero, construyó una gigantesca noria con la finalidad de subir las aguas del Pisuerga para surtir a la población. Se construyó en 1603 y dejó de funcionar en 1758. Con este ingenio, en vez de surtir las fuentes de la ciudad el taimado Duque de Lerma, valido del rey,  se regaron la huerta y los jardines del palacio de la Ribera. Reinaba en España Felipe III que tenía instalada su corte en Valladolid. No hay detalles ni planos de cómo era en realidad aquella noria, pero Nicolás García Tapia, uno de los mayores expertos en tecnología del Renacimiento ha realizado esta reconstrucción a partir de noticias conocidas sobre el ingenio. Ahora, sobre sus restos de piedra,  está una captación de urgencia de aguas del Pisuerga para el caso de que llegara a faltar el agua de los canales del Duero y de Castilla.

 

Seguimos en las orillas del Pisuerga, esta vez en el otro puente histórico: el llamado Colgante (antiguamente, del Prado  y, también, de Hierro). Hay junto al puente una pequeña construcción que está dedicada actualmente a cafetería. Se trata de una caseta que albergaba la maquinaria necesaria para llevar el agua hasta la estación de ferrocarril por una conducción de poco más de 1 km. a lo largo de la calle del Hospital Militar. Cuando en 1856 se construye el ferrocarril, la ciudad no tenía caudal de agua suficiente como para satisfacer las necesidades de agua que necesitaban las máquinas de vapor, por lo que la empresa ferroviaria construyó su propia toma de agua mediante un gran pozo junto al Pisuerga. Era tanto el caudal, que ofreció al Ayuntamiento el sobrante de agua para que este regara los jardines del Campo Grande.

 

El curtido y tratamiento de pieles (las tenerías) fue una gran industria que impulsó el matrimonio Dibildos-Harriet en la segunda mitad del XIX. La industria de curtidos vallisoletana y la barcelonesa fueron punteras en España en la producción de pieles. Cuando se fueron a construir las tenerías, junto al Pisuerga, las mujeres de aquel entorno protestaron pues temían que se les cerrara el paso para bajar a lavar a la orilla del río. Los Dibildo parece que no cerraron por completo todo el frente. Aquella actividad ha dejado varias señales perfectamente visibles junto al Pisuerga. Y entre ella,  unas pilas que desde luego suscitan ciertas dudas: serán lavadero (por el tipo de piedras parece que sí –incluso hay quien las llama lavaderos de Harriet-), pero también hay datos suficientes como para afirmar que eran pilas propias de la actividad curtidora. En cualquier caso, un lugar muy evocador.

 

La llamada “casa del bedel” es una construcción que se puede ver desde el callejón de las Doncellas, por detrás del edificio universitario rector Tejerina. En horas y días de clase se puede entrar por las Doncellas, sino, hay que acercarse a esta casa por las instalaciones universitarias. Lo que ahora vemos es una construcción del siglo XVIII, sobre una anterior del XVI que se derribó tras un incendio. En ella vivió primero el bedel o guarda de la Universidad,  luego el escribano y, parece, que más tarde el jardinero. En su entorno pueden verse un par de jardincillos ornamen tales que son herederos del antiguo jardín botánico que tuvo la Universidad en este lugar. La Universidad llegó a tener, entre otras construcciones,  paneras y cárcel propias.

 

En el último tercio del siglo XVII se construyó la cárcel de la Chancillería (especie de tribunal supremo o audiencia).  Una cárcel que ha estado en uso hasta la década de 1930, en la que se construyó la Prisión Provincial en  la calle Madre de Dios. En 1988 se rehabilitó para albergar una biblioteca universitaria. La vieja cárcel de Chancillería, conserva también las trazas de la casa del Alcaide. Este presidio volvió a ponerse en uso durante la Guerra Civil para albergar a mujeres represaliadas.

 

En el camino del Cementerio asoma a la  Esgueva un edificio que popularmente se conoce como “el Picón”, seguramente por la estructura angular que tiene. Pertenece a la Confederación Hidrográfica del Duero y ha conocido diversos usos: Casa de Oficios de Mecánica del Automóvil promovida por la UGT y almacén de la propia Confederación. De este edificio sabemos que sus inicios están en un proyecto para almacén fechado en 1918, pero desde luego, hasta la década de 1920 el Ayuntamiento no cedió el terreno para su construcción.

Peculiares gallineros en la calle Canal, sita en la dársena del canal de Castilla. Propios de una sociedad ruralizante que se trataba de reproducir en la ciudad, están asociados a las viviendas de los trabajadores del Canal que hay en la calle, algunos de los cuales también dispusieron de un huerto en el tramo final de la desembocadura, hasta que desaparecieron para hacer el parque que hoy luce paralelo a la carretera de Gijón.

 

El parador de la Alegría, próximo al Arco de Ladrillo, es una obra de Jerónimo Ortíz de Urbina fechada en 1880 y que sustituyó a otro que existía en este mismo solar. La  estación del ferrocarril y sus talleres, así como  los almacenes que había en la carretera de Madrid, propiciaron una intensa actividad económica y trasiego de personas que alentó la aparición de paradores y posadas en este entorno. De todas ellas se conserva este edificio cuyo uso ya nada tiene que ver con aquella primigenia ocupación.

 

En el paseo de Zorrilla, a continuación de las antiguas instalaciones militares de automovilismo, aún asoma, un tanto vencido por el paso del tiempo y su falta de uso, el edificio de una vieja escuela que contribuyó a que aprendiera las primeras letras la chiquillería que en las primeras décadas del siglo XX andaba por estos parajes.

 

Torre del Fielato llaman a esta construcción exenta al final de la carretera de Rueda. Junto a ella, un curioso parque que informa sobre las ciudades hermanadas con Valladolid. A pesar de su nombre, no hay nada que confirme que esta torrecilla tuviera algo que ver con fielato alguno. Cierto es que por estos parajes hubo una de esas casetas en las que un recaudador cobraban los impuestos por las mercancías que se traían a vender a Valladolid, pero no era esta la función de esta almenada torre de ladrillo, así que habrá que buscar su origen en alguna finca que por aquí hubiera.

 

Y despedimos nuestro paseo en el prado de la Magdalena. En un laguito que hay se pueden contemplar tres arcos de la antigua cerca que cerraba los accesos a la ciudad salvo en puertas y portillos en los que se cobraban los impuestos por los productos que se traían a los mercados. La cerca también servía para impedir el paso a cuantas personas extrañas vinieran por aquí en tiempos de epidemias y así evitar su propagación. Estos arcos estaban sobre la Esgueva y tenían rejas que impedían el paso de barcas que trataran de evitar los impuestos municipales: eso que ha dado en llamarse “contrabando”, es decir actividades que fueran contra el bando municipal que fijaba las tasas por la introducción de mercancías foráneas en la villa.

EL RASTRO DE LAS LETRAS

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Junio comienza en Valladolid con la Feria del Libro en la plaza Mayor. Sin duda, Valladolid es tierra de letras y puede presumir de buenos y afamados escritores y escritoras: poetas, dramaturgos, narradores… (vivos unos, fallecidos otros) como son  Zorrilla, Delibes, Umbral,  Rosa Chacel, Jiménez Lozano, Martín Garzo, Alonso de Santos, Díaz Viana, Esperanza Ortega, Pérez Gellida, José Manuel de la Huerga, Irene de Wittt, Fermín Herrero… Y dejo aquí la relación abierta para que cada cual añada los nombres que quiera.

El reconocimiento público a unos cuantos de estos creadores vinculados a Valladolid de una u otra manera,  está dejando en la ciudad un reguero de referencias visibles que propongo recorrer.

Un paseo urbano muy agradable en cualquier época del año y que se puede hacer siguiendo la ruta que cada cual quiera organizarse… y como de escritores afamados y reconocidos se refiere, poca literatura añadiré yo. Así que comencemos. Un par de detalles: suelen ser muy interesantes las inscripciones que hay en la mayoría de las esculturas, placas y bajorrelieves; y  no dejemos de fijarnos en los edificios que vamos a recorrer (aquellos donde nacieran o vivieran algunos de nuestros personajes) pues, en general, por tipología o momento histórico, tienen bastante interés.

 

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A la puerta del Museo Nacional de Escultura, una escultura de Eduardo Chillida instalada en 1982, rinde homenaje a Jorge Guillén (1893-1984). “Lo profundo es el aire” se titula, que forma parte de una serie de esculturas que con ese nombre llevó a cabo el escultor. Advertimos que a continuación está la Casa de Zorrilla, pero no nos detendremos pues a este dramaturgo ya lo veremos en la plaza que lleva su nombre. Pero la casa es la referencia que nos permite recordar al poeta e investigador  Narciso Alonso Cortés (1875-1972), pues en ella se conserva prácticamente toda su obra. Sobre la Casa de Zorrilla hay un reportaje en este mismo blog.

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Y bajamos hasta la Plaza de la Universidad. La escultura de Miguel de Cervantes (1547-1616) se erigió en 1877 creada por Fernández de la Oliva y fundida en los antiguos Talleres del Canal, que estaban en la dársena del Canal de Castilla (lugar que llegó a ser un verdadero emporio industrial). Este escultor fue el que primero presentó un presupuesto para hacer el monumento al Conde Ansúrez: corría el año 1862.

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En un caserón inmediato a la Universidad y donde emboca la calle López Gómez, hay un bajorrelieve dedicado a Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña (1905-1998)  y realizado por Ana Hernando en 1999. Poeta “castellanista” que tenía una especial predilección por Juana I de Castilla, a la que dedicó varias obras…

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… Continuamos por la calle López Gómez hasta cruzarnos con la calle Núñez de Arce y nos adentramos en ella  hasta el número 7 para ver la placa dedicada al poeta Gaspar Núñez de Arce (1834-1903) que también ejerció de forma destacada en la política. Una buena razón para fijarnos tanto en la casa donde está la placa (sede del Colegio Oficial de Enfermería), como la de al lado, sede de la Fundación Santiago y  Segundo Montes. Ambas son un pequeño lujo en el corazón del casco histórico de Valladolid. Y ya que estamos aquí, a la altura del número 18, otra placa recuerda al arquitecto, investigador e historiador Juan Agapito y Revilla (1867-1944), aunque no fuera propiamente un hombre de la literatura…

 

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… Volvemos a López Gómez para caminar en dirección a la Plaza de España. En el número 16 de esta calle, se nos recuerda a Francisco Javier Martín Abril (1908-1997), poeta y periodista que llegó a formar parte de la Real Academia Española.

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Hemos de dirigirnos a la calle Miguel Íscar, donde asoma la Casa de Cervantes (un reportaje en este mismo blog hace un recorrido por el interior de la casa). En esta ocasión nos fijamos en la placa, un bajorrelieve esculpido por Nicolás Fernández de la Oliva en 1866 (al igual que el de la Casa de Colón). Ambas son las más antiguas obras escultóricas de Valladolid, después de la estatua de Neptuno (1835) que se conserva en el Campo Grande. Me refiero, claro está, a esculturas públicas.

 

12 En dos pasos son plantamos en la Plaza Zorrilla. Allí nos recibe un excelente grupo escultórico salido del estudio  de Aurelio Rodríguez Vicente Carretero, erigido en el año 1900. El poeta José Zorrilla (1817-1893) con su dedo parece reconocer el papel de las musas inspiradoras.

 

13-crop Llegados a este punto y antes de adentrarnos necesariamente en el Campo Grande, a la altura del número 12 de la Acera de Recoletos, una placa en su puerta señala el lugar donde nació Miguel Delibes (1920-2010). La placa (confeccionada en la afamada Fundición Capa) la ha realizado la escultora Belén González, autora, entre otras esculturas, de la estatua  en bronce del bailarín Vicente Escudero que está casi enfrente de este portal, al otro lado del paseo…

 

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… Y en Campo Grande entramos, donde tres bustos nos aguardan: en el paseo que va de puerta a puerta del Campo, hay una escultura de Leopoldo Cano (1844-1934) autor teatral de éxito en su época y militar que también llegó a formar parte de la Real Academia Española. La escultura, de 1936, se debe a Juan José Moreno Llebra. En un paseo frente a Cano hallaremos un busto de Rosa Chacel (1898-1994). Encuadrada en el Generación del 27, de abundante y reconocida obra, obtuvo el Premio Nacional de las Letras en 1987.  Y si nos dirigimos hacia la Fuente de la Fama, en un discreto rincón, de nuevo encontraremos una representación de Núñez de Arce, salido del mazo y cinceles de Emiliano Barral en 1932.

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Salimos del Campo Grande para recorrer la calle Santiago. En una de las paredes de la iglesia de Santiago, un bajorrelieve realizado por Luis Santiago rinde homenaje a Delibes, en este caso dedicado a su afamada novela “El hereje”, que en 1998 obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Luis Santiago tiene numerosa obra pública en Valladolid y en diversas localidades españolas.

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Ya vamos encaminándonos hacia el final de nuestro paseo. Para ello tomaremos la calle de la Constitución. A la altura del número 8 nos topamos con una placa dedicada a Jorge Guillén, que también ha salido de los talleres de Luis Santiago.

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Frente a número 1 de la calle Ferrari, en lo alto de la fachada, un bajorrelieve dedicado a Emilio Ferrari (1850-1907), poeta y periodista adscrito al llamado Realismo. Instalada en 1911,  su autor fue Aurelio Rodríguez Vicente Carretero…

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…Y nos dirigimos a la plaza del Poniente, donde sentada en un banco nos espera plácidamente Rosa Chacel, un bronce de nuestro ya conocido escultor Luis Santiago (1996). Y también en el Poniente está el grupo escultórico erigido por el mismo Santiago en 1998 y dedicado a Jorge Guillén y la infancia. Esta imagen de hace un par de años, incluye la última morada de la añorada librería Relieve (al fondo de la imagen a mano izquierda).

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Bien podemos concluir aquí nuestro paseo. Pero no hemos de olvidar acercarnos, en esta u otra ocasión, a visitar dos lugares que también rinden homenaje a sendos escritores. Uno es el monasterio de Santa Teresa, pues no podemos olvidar que Teresa de Jesús, nombre religioso de Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582) fue, sobre todo, una excelente y mística escritora. Y en la plaza de las Batallas nos encontraremos con  la “Lectora” (2003), un bronce de Belén González: una muchacha lee atentamente un fragmento de  la novela “Sara de Ur “…Una muchachita muy delgada, y de ojos muy grandesde José Jiménez Lozano, nacido en un pueblo de Ávila (1930) y residente en Alcazarén desde hace muchísimos años. Este poeta, ensayista y narrador obtuvo el Premio Cervantes en 2002.

NOTA: buena parte de la información que aquí he recogido la he obtenido del libro “Escultura pública en la ciudad de Valladolid”, de José Luís Cano de Gardoqui García.

Este artículo ya lo publiqué hace unos años, pero me apetecía volver a editarlo (con algunas modificaciones) para hacerlo coincidir con el Feria del Libro.


PUENTES DE COLORES EN LA ESGUEVA

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La Esgueva es ese río modesto y discreto que discurre, domesticado, por un canal artificial que se terminó de construir a principios del siglo xx. No obstante todavía podemos intuir el verdadero Esgueva que discurre desde el barrio de la Pilarica hasta Vadillos. Luego ya lo que vemos es el cauce que desvió sus dos entradas en la ciudad: tanto la que la circunvalaba y que discurría desde  Pilarica hasta la calle Miguel Íscar, como la que atravesaba el corazón de la ciudad por la Antigua y Portugalete  y causa a veces  de tremendas desgracias por sus inundaciones.

Si los brazos de la Esgueva venían muy crecidos en el estío generaba a su vez pequeños ramales de escasa duración y cauce, pero la ciudad tenía que preverlos. De hecho,  en el Prado de la Magdalena en el verano se ramificaba en varios brazos, lo que contribuía a que se considerara un lugar fresco y agradable.

Esto hizo que la ciudad, ya desde los tiempos del Conde Ansúrez tuviera puentes tanto de piedra como de madera, lo que obligaba a numerosos gastos de mantenimiento, especialmente cuando las crecidas se llevaban unos cuantos por delante.

Lógicamente el número de puentes ha ido variando a lo largo de la historia, desde los 12  que parece que tenía en el siglo XV a los 18 del siglo XVIII (según el plano de Ventura Seco de 1738). En definitiva, a medida que iba creciendo la ciudad más allá de las Esguevas.

Evidentemente de aquellos puentes  de madera ningún rastro visible queda,  y de los que había repartidos por la ciudad construidos en piedra alguno subsiste, pero bajo el asfalto de las nuevas calles que nacieron al taparse los ramales del río a su paso por la ciudad. Algunos ejemplos tenemos en calle de Platerías, plaza Circular,  plaza Aviador Gómez del Barco, etc.

Una vez hecho el desvío de las Esguevas hacia el actual canal que desemboca en el Pisuerga entre los barrios España y Rondilla, y que supuso la desaparición de los puentes antiguos,  se fueron construyendo otros nuevos sobre el nuevo cauce.

Y a estos, levantados finales del siglo XIX y perfectamente reconocibles, me voy a referir proponiendo un paseo que parta del famoso puente de la Tía Juliana  en dirección hacia donde del río rinde sus aguas en el Pisuerga.

 

El puente conocido ahora como de la Tía Juliana, sito en el paseo  Juan Carlos II en el punto en el que se separan (o se unen) los barrios Pajarillos y Pilarica, allí donde antaño estaba el merendero de la Bombilla, es el más antiguo que se conserva (visible) de la Esgueva. Se le ha conocido por varios nombres: Encarnado, Martinete y de la Reina. Hacia 1840 se construyó en piedra para sustituir a uno que había de madera. Bajo la moderna plataforma se ven los pilares pétreos originales del siglo XIX. El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) los protege de su destrucción.

 

En este punto recibimos a la Esgueva con su caudal procedente del valle. Hemos de advertir que en los estiajes de verano, cuando apenas trae agua, al río se le alimenta con aguas del canal del Duero que a él se vierten para que no pierda el caudal ecológico en un sifón que hay entre Renedo y Valladolid.

 

 

Puente Encarnado, como así se conoce en la actualidad el que permite el paso de las vías del tren sobre la Esgueva en el Paseo del Cauce. No es un lugar insignificante, pues en abril de 1856 en este punto de las afueras de la ciudad (entonces) el general Espartero, en nombre de la reina Isabel II, puso la primera piedra del trazado ferroviario que habría de unir Valladolid con Madrid. Acontecimiento que entre el 23 y 26 de aquel mes se celebró en la ciudad por todo lo alto: corridas de novillos, fuegos artificiales y representaciones teatrales. Este puente ferroviario también está protegido por el PGOU.

 

En el puente Encarnado podemos ver un curioso murete que no es sino el principio de un intento que hubo hace lustros de dignificar los bordes del ferrocarril… El proyecto no siguió adelante sin que se sepan las razones. En la imagen, al fondo a la derecha vemos la parte alta de la fachada de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar –popularmente conocida como la Pilarica-, fechada en 1906 es obra del arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla. El edificio, de estilo neogótico esta declarado Bien de Interés Cultural.

 

Siguiendo el curso el río, llegamos hasta el Prado de la Magdalena, allí donde el ramal sur o interior entraba en la ciudad atravesándola hasta desembocar en el Pisuerga. En este punto se conservan unos arcos que popularmente se consideran parte de un antiguo puente, pero hemos de insistir en que no fue un puente sino que son restos de la muralla o empalizada que rodeaba la ciudad y que en este punto salvaba el cauce del río. En su día tuvo unas rejas que impedían que nadie en barca pudiera entrar clandestinamente en la ciudad, sin pagar el peaje por introducir  mercancías para vender en el mercado. Esta modesta pero importante construcción (por su historia), también está protegida por el PGOU.

 

El puente del camino del Cementerio se levantó hacia 1890. Sendos escudos de la ciudad a cada lado le dignifican, y junto a él una construcción de ladrillo conocida como el Picón perteneciente a la Confederación Hidrográfica del Duero que actualmente no tiene más uso que servir esporádicamente de depósito de vehículos de la Confederación. Es un puente decorado por el artista Pablo Ransa.

 

En 1998, a punto de terminar las obras de restauración de las márgenes de la Esgueva, que la han convertido en un apreciado paseo urbano, el Ayuntamiento encargó a Pablo Ransa que decorara los puentes históricos del río. Ransa es el único pintor vallisoletano que tiene obra en el Reina Sofía.

 

 

Decoración con libélulas, cangrejos, peces y salamandras en cada uno de los puentes decorados por Ransa, que por desgracia la intemperie y la ausencia de mantenimiento van  haciendo que se deterioren irremediablemente. Todos los puentes excepto el de las libélulas, que en realidad es un acueducto, están catalogados por el PGOU.

 

 Una imagen inédita es la de esta ninfa de bronce de dos metros que representa a la Esgueva arrojándose hacia el Pisuerga. Su autor también es Ransa y fue robada en 2006.

 

Y en el puente de las salamandras, sito a la altura de la calle Olmo,  despedimos a la Esgueva que discurre hacia la irremediable entrega de sus aguas al río Mayor (como en otro tiempo se conocía el Pisuerga).

Añadimos a nuestros recuerdos de la Esgueva dos imágenes. La primera, de la década de 1970, cuando su cauce estaba bastante descuidado. La segunda, el puente que había en la plaza Circular (Puertas de Tudela), del que se conserva su estructura bajo los jardines de la plaza. Ambas son del Archivo Municipal de Valladolid.

LA PLAZA MAYOR DE VALLADOLID

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Amigos y amigas de Valladolid la mirada curiosa, por primera vez voy ha hacer algo que hasta ahora no había hecho: indicar un enlace de YOUTUBE en el que se puede ver mi intervención en el TDEx de Valladolid del pasado 10 de mayo. En el vídeo que dura ocho minutos relato mi percepción de cómo es nuestra Plaza Mayor. Espero que os guste y también espero los comentarios de quienes no compartan mi discurso.

EL CONDE ANSÚREZ: UNA EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DE VALLADOLID

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Desde tiempo inmemorial, la tradición ha hecho del Conde Pedro Ansúrez un gran antepasado de los vallisoletanos, adjudicándole fundaciones y hechos que no parecen probados, pues la investigación arqueológica y documental hasta ahora pocas evidencias ha aportado sobre el origen de nuestra ciudad y la presencia en ella del Conde y su esposa Eilo.

Con ocasión del noveno centenario del fallecimiento del Conde, el Museo de Valladolid ha organizado una exposición que nos adentra en los entresijos que se conocen de Valladolid y de las andanzas ansurianas por estas tierras.

Una exposición sencilla, seriamente documentada, didáctica y amena que no nos debemos perder.

Se trata de una colección de piezas conservadas en el Museo que dan testimonio de la historia de Valladolid y su conde. Historia real o imaginada construida a lo largo de los siglos entre la verdad y la leyenda.

A estas piezas se une una maqueta del Valladolid de Ansúrez con una proyección audiovisual que recorre los lugares más significativos de aquella aldea medieval;  y un documental que repasa la vida del Conde hasta su fallecimiento.

Su fallecimiento se conmemora en este año 2018 no por que exista una fehaciente documentación que así acredite su muerte, al igual que la fecha de su nacimiento también es incierta, sino porque se sabe que en marzo de 2017 todavía aparece firmando en un documento real, y al no existir ya ningún otro rastro posterior  los historiadores han convenido que debió fallecer en este año que corre.

En cualquier caso, son muchos los historiadores que consideran a Ansúrez como el personaje más influyente de los reinos cristianos del noroeste español.

Pero, mejor vayamos a ver algunos detalles de la exposición.

 

Antes de acceder a la sala de la exposición nos encontraremos con esta instalación  que en el patio del palacio de Fabio Nelly reproduce el mosaico de Diana y las estaciones,  que procedente de la villa romana de  Villa de Prado, se conserva en la sala VIII del Museo. El mosaico ha sido realizado por el alumnado de la Escuela de Ingenierías Industriales de Valladolid.

 

El Valladolid del Conde Ansúrez nos recibe en la primera planta.

 

Panorámica general de la sala con la maqueta del Valladolid antiguo en el centro.

 

Detalle de la maqueta. A la derecha, la colegiata que se consagró en 1095  y  en cuyo entorno nació un nuevo barrio de la aldea. Este asentamiento ansuriano saltaba uno de los ramales de la Esgueva lo que obligó a construir algunos de los numerosos puentes que Valladolid llegó a tener. Obsérvese como la aldea del siglo XI que se encontró Ansúrez utilizada el ramal más próximo a la población a modo de frontera defensiva. Al fondo, sobre el Pisuerga (como Pisorize se le nombra en un documento de 1084) el puente de madera que se construyó en aquella época.

 

Panorámica del Valladolid que comenzaba a emerger: el número 1 indica la colegiata que mandara edificar Ansúrez y su esposa Eilo; el número 2 señala la parroquia de San Pelayo, de la que como la de San Julián, no hay certeza alguna que ya existiera antes de la llegada del Conde; el número 3 indica la parroquia de San Julián. Desde luego, existieran antes del Conde o las mandara edificar éste, lo cierto es que Ansúrez las donó más tarde a la Colegiata, lo que evidencia que, de una manera u otra, fueron  de su propiedad. Bajo el plano, restos romanos que aparecieron en la zona de la Colegiata. Se piensa que en tiempos del Conde algo se sabía de la existencia de aquellos antiguos asentamientos romanos y que por esa razón aquí mando construir su magna obra religiosa. De Santa María de la Antigua no hay referencias escritas hasta la segunda mitad del siglo XII, ya bien lejos de la vida del Conde, lo que arroja incertidumbre acerca de si se construyó en vida de aquel.

 

Curiosa imagen que se puede ver en el documental de la exposición: la Colegiata de Santa María la Mayor sobrepuesta a un mural de Eugenio Oliva que hay en el Círculo de Recreo y que representa al Conde supervisando los planos de la Colegiata que se estaba construyendo.

 

Monedas de la época.

 

Moneda que acuñó Ansúrez durante su estancia en Urgell (1104-1109) para defender los intereses de su nieto Armengol VI aún menor de edad. En ella se lee: PETRUS COMES- URGELLO DUX. No está muy claro si la acepción “dux”, se refiere a señor de Urgell o a caudillo, cosa baladí en principio pero que puede “escocer” según a quién si se trataba del “dueño” (señor), o de un defensor circustancial  (caudillo) de los intereses de aquellos lares.

 

 Imagen que se proyecta en el documental en el que se ve claramente los territorios y poblaciones en los que Ansúrez ejerció su autoridad.

 

Algunos de los escudos bordados en los siglos XVI-XVII. En uno de ellos pueden verse las aldabas (anillas) que con frecuencia se asocian al Conde. El origen de estas aldabas también se pierde en la bruma de la historia. Veamos: parece que estuvieron clavadas en las puertas de la Antigua, que se sepa, en el siglo XIV; que procedían de las puertas de Córdoba; que las arrebató de aquellas puertas sarracenas Armengol VI; o acaso Alfonso VI.  Y el ajedrezado que tanto se asocia a Ansúrez es, con pocas dudas, un escudo que aparece muy posteriormente a la vida del Conde y que fue característico de los Armengoles. En cualquier caso, cierto es que en tiempos ansurianos no existía aún heráldica. Otra cosa es que la tradición le adjudique al Conde este típico ajedrezado que, por otra parte, era común a otras figuras señeras de la Edad Media.

 

Espada que la tradición atribuye al Conde, pero quedan pocas dudas de  que en realidad se trata de un arma del siglo XV.

 

Cirios de la Cofradía de Santa María de la Esgueva, del siglo XVIII, y que se asocian a Ansúrez por creer que el palacio (luego hospital) de Santa María de la Esgueva fue una fundación hecha en vida del Conde y su esposa Eilo.

 

Diferentes instantáneas del documental que se proyecta en la exposición y que no hay que perderse: las guerras fraticidas entre Sancho II y sus hermanos; Alfonso, que perdió la guerra provocada por su hermano Sancho se refugia en Toledo,  acompañado de Ansúrez, bajo el dominio de  Al-Mamún; y conquista de Toledo por Alfonso VI en el año 1085.

 

… Y con los condes Ansúrez y Eilo nos despedimos de la visita a esta interesante exposición en el Museo de Valladolid. Mas, es buena ocasión para visitar el resto de las salas del Museo.

 

NOTAS: para la confección de este artículo me han sido de mucha utilidad los comentarios que me hizo Fernando Pérez Rodríguez-Aragón, Conservador del Museo de Valladolid.

La exposición estará abierta hasta diciembre.

Sobre el Museo de Valladolid hay un artículo en este mismo blog.

HORARIOS: julio a a septiembre de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00

Domingos y festivos solo mañana,  y los lunes está cerrado.

De octubre a junio el horario de tarde es de 16:00 a 19:00

 

“El sentido de la plaza para la cohesión social de la ciudad”

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El pasado 10 de mayo, en el TEDx que se organizó en Valladolid de la mano de Belén Viloria, hablé durante unos minutos de la Plaza Mayor de Valladolid.

Traté de convencer al público asistente de que nuestra plaza Mayor tiene unas condiciones que la hacen muy particular. Acaso menos hermosa que las plazas de Salamanca o Madrid, pero la de Valladolid tiene algo especial cual es su carácter abierto, cotidiano y cohesionador socialmente.

Pero como ya lo cuento en el vídeo de ocho minutos mejor que lo veáis. Por cierto, aquella noche sobre el escenario hubo otras interesantísimas intervenciones.

Indico la URL que lleva directamente al YOUTUBE. Pero si en un buscador ponéis mi nombre añadiendo TEDx plaza Mayor Valladolid (o cualquier cosa parecida) también llegáis rápidamente al video.

Pues nada ahí os lo dejo.

 

https://www.youtube.com/watch?v=MWnh95YvulU

 

ARBOLEDAS DE VALLADOLID

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Ya estamos en plena canícula veraniega y que mejor cosa que pasarla en frescos parques y jardines a la sombra de alguno de los muchos árboles de los que puede presumir Valladolid.

La ciudad del Pisuerga dispone de más de 5.300.000 de metros cuadrados de zona verde. Es decir, tocamos a más de 17 metros cuadrados por habitante. Esta superficie supera de largo la recomendada por la Organización Mundial de la Salud.

La preocupación por la creación de zonas verdes y plantación de árboles viene de antiguo. La Asociación Económica de Amigos del País, una sociedad filantrópica que amparó Carlos III,  a finales del siglo XVIII impulsó la plantación de una extensa arboleda a las orillas del Pisuerga. Por aquellas épocas se consideraba que los árboles contribuían a la mejor aireación de las poblaciones, en las que, con frecuencia, debido a sequías, aguas estancadas y abandono de basuras a la intemperie, se producía fetidez  en el ambiente; en definitiva “miasmas”, esos efluvios malignos que desprendían las materias orgánicas en descomposición.

Vale que ahora no haya en la ciudad aquellas pestilencias, pero bien está que disfrutemos de abundantes y cercanas zonas verdes con su correspondiente arbolado.

Son numerosos los parques que tiene Valladolid, incluyendo el Pinar de Antequera. Buena parte de estos se  halla en los bordes de los barrios o en zonas descampadas, como es el caso de Ribera de Castilla, Canterac, Salud, Fuente el Sol o las Moreras, por citar unos pocos ejemplos. Sin dejar de señalar nuestro magnífico Campo Grande y los márgenes del Pisuerga, un verdadero lujo del que disfruta Valladolid. Si a ello sumamos las huertas de los conventos, Valladolid dispone de un formidable patrimonio verde.

Pero tenemos, también, un buen puñado de parques o zonas ajardinadas en el interior de la población, medrando entre edificios,  piedras antiguas y monumentos históricos.

Y sea en las horas más cálidas del tórrido verano o a la fresca del atardecer, vamos a darnos un paseo por algunos de estos parques más urbanos y que tenemos prácticamente a la puerta de nuestras casas. Y aprovecharemos para disfrutar de la vista de algunos árboles singulares.

 

La plaza Circular es  una auténtica isla de plátanos. Algunos de ellos muestran formas realmente curiosas y follaje de gran majestuosidad. La plaza, acaso muy ahogada por el tráfico, se creó sobre el viejo cauce de la Esgueva del que en el subsuelo de la misma se conserva uno de sus puentes. Esta plaza, como todas las que vamos a recorrer, forma parte del listado de 24 arboledas singulares que el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) clasifica  como de especial interés.  Se consideran singulares porque destacan por sus especies, valor paisajístico o cualidad estética.

 

Los castaños de indias de la plaza de San Juan crean un espacio muy agradable que proporciona una tupida  y fresca sombra en verano. La plaza es un lugar muy concurrido y en la que se erige esa entrañable escultura de Ana María García Cavero titulada “María Pía”, acaso una muchachita que  antaño jugara por las calles de este popular barrio. 

 

El conjunto arbolado de la plaza de Santa Cruz se considera de gran valor ornamental y estético en el que no falta un tejo, un cedro y varios plátanos.

 

El patio del Colegio Mayor de Santa Cruz es un rincón sin duda de especial calidad histórica y monumental, que junto a los elementos originarios de su construcción se halla la fachada del antiguo colegio de San Ambrosio, antes situado en la calle del Santuario.

 

El recinto vallado que ocupa la vieja colegiata acoge un conjunto de 18 cipreses cuya edad ronda el medio siglo y que simulan las columnas que aquel edificio que se consagró el año 1095 en vida del Conde Ansúrez. Verdad o leyenda, se relata que con la madera del ciprés se construyó el arca de Noé y parte del templo de Salomón. Y en esta misma plaza de la Universidad, algunos pinos alcanzan los 20 metros de altura.

 

El enorme cedro del Líbano que escolta la escultura de Felipe II (reproducción de un original de Pompeo Leoni y erigida en 1964) es un árbol protegido plantado a finales hacia 1880. Mas,  junto a esta plaza de San Pablo hay dos árboles singulares que se “refugian” en el patio del instituto Zorrilla: un olivo y un ciprés que están incluidos en la lista de árboles protegidos. En Valladolid, el PGOU ha considerado que cerca de cuarenta árboles presentan unas excepcionales características debido a su dimensión, edad, porte o especie de la que se trata, normalmente un tanto exótica, y que, por tanto, hay que protegerlos de intervenciones inadecuadas.

 

Los dos cedros  prácticamente centenarios, y que rondan los 25 metros de altura,  así como alguno de los plátanos de la plaza de la Trinidad están incluidos como árboles singulares en el catálogo de árboles de Valladolid. Estamos en una de las plazas más históricas de la ciudad en la que conviven dos importantes iglesias (San Nicolás y convento de San Quirce), el antiguo palacio de los Condes de Benavente (actual biblioteca de Castilla y León), y la columna  central que en la década de 1960 presidia la fuente Dorada.

 

Y precisamente el interior de la Biblioteca de la Junta de Castilla y León nos ofrece en su patio cuatro palmitos gigantes que superan la decena de metros de altura y que el PGOU los incluye en su lista de árboles singulares.

 

El Pasaje del Voluntariado Social (a caballo de las calles San Ignacio y Encarnación –detrás de San Benito-) ofrece restos del jardín de un viejo convento. Nos muestra diversas variedades arbóreas que incluyen tilos, saúcos, arces y un magnífico y tupido tejo centenario que lo preside. Debido a su longevidad, el tejo era el árbol sagrado de los celtas y junto a los cuales enterraban a sus muertos. Y en este lugar tan recoleto pondremos fin a nuestro paseo por algunas de las árboles y árboles notables de Valladolid.

EL PISUERGA Y LOS ESPOLONES

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La belleza natural del Pisuerga la inmortalizó Cervantes en su “Coloquio de los Perros”: “Vamos al Espolón a recrear los ojos del cuerpo, pues ya he recreado los del entendimiento“… “Vámos”, dijo el Alférez.

Se refería Cervantes al Espolón Viejo, un paseo que se prolongaba por la orilla próxima a lo que ahora es la Academia de Caballería. Porque más tarde, ya en el s. XVIII, se construyó el Espolón Nuevo, en la parte del río más inmediata al puente Mayor, detrás del palacio del Conde  -donde ahora está la biblioteca de la Junta de Castilla y León-  cuyas tapias llegaban hasta la misma orilla del río.

Ambos espolones fueron adornados con bancos de piedra, rejería de hierro,  y bolas y leones que lo embellecían.

Las orillas del Pisuerga desde antiguo han concitado el interés de la ciudad. Era, de hecho, un parque natural al que la ciudadanía se asomaba… lugar donde pasar los días festivos.

Este lugar de la ciudad se frecuentaba sobre todo en invierno, pues debido a que está orientado hacia poniente es un lugar relativamente cálido. Sin embargo, el espacio preferido por los vallisoletanos para pasar los calurosos días del estío era el Prado de la Magdalena, donde, además se celebraba la fiesta de San Juan. El Prado tenía mucho arbolado y estaba refrescado por las aguas de la Esgueva.

Las orillas del Pisuerga eran espacio para esparcimiento de la población: baños  paseos en barca incluidos aunque ya en épocas más recientes.  Pero también era lugar para ganarse la vida no sin sufrimiento: lavanderas, pescadores y aguadores encontraban en el río los medios para llevar el pan a casa cada día.

Más tarde, una vez que el Campo Grande comenzó a adquirir el porte y vegetación que ahora presenta, gracias al impulso del alcalde Miguel Íscar, el gran parque se convirtió en la referencia para el esparcimiento de la población. Y más lugares de recreo se fueron consolidando con el paso del tiempo: el Pinar de Antequera a raíz de construirse el apeadero de tren en 1900  (destruido); y Puente Duero (por Beniduero se la conocía en las décadas 1960 y 1970) cuando la población ya comenzó a disponer de vehículo propio.

Pues ya que estamos en pleno verano, vamos a asomarnos a las orillas del Pisuerga.

 

La Sociedad Económica de Amigos del País, una asociación filantrópica auspiciada por Carlos III, solicitó en 1784 que se hiciera una plantación de árboles en los terrenos inmediatos al Pisuerga a la altura, más o menos, del Espolón Nuevo. Por aquella época la plantación de árboles se consideraba una actividad que contribuía a mejorar la salubridad de la población. Sobre este plano de Diego Pérez Martínez de 1875 (aprox.) vemos la plantación  (6); (1) palacio del Conde de Benavente, actual biblioteca de la Junta de Castilla y León; (2) desembocadura del ramal interior de la Esgueva, por debajo del puente de la Cárcel; (3) puente Mayor y aceñas; (4) fuente y pilón llamada del Conde y el regato que llegaba hasta el río. Esto ha hecho que en ocasiones se pensara que era un tercer ramal de las Esguevas; (5) Espolón Nuevo; (7) Espolón Viejo; y (8) torre de la Catedral.

 

En el mismo cauce del Pisuerga se celebraban toda clase de actividades festivas teniendo como fondo el Palacio de la Ribera, muy próximo al puente Mayor, y que ocupaba buena parte de la actual Huerta del Rey: navegaba una galera real o se celebraban fiestas de toros en el agua. Dibujo de Ventura Pérez  (siglo XVIII). En la parte de abajo del dibujo, el Espolón Nuevo.

 

“Vistas del paseo del Espolón”, se titula este cuadro de Leonardo de Araujo de hacia 1815. Véanse los bancos corridos de piedra y las columnas con sus adornos: bolas y leones. Con frecuencia había orquestas que amenizaban los días festivos.

 

Detalle de los adornos del Espolón. Dibujo de Ventura Pérez.

 

Vista del palacio del Conde de Benavente desde el río: de nuevo vemos detalles del Espolón: dibujo de Valentín Cardereda, de 1836.

 

b amva Pisuerga_03

Lavanderas junto a las aceñas… cuando todavía eran reconocibles en el último tercio del s. XIX. (AMVA: Archivo Municipal de Valladolid)

 

c Pisuerga_1888

Fechada en 1888, vemos al fondo la orilla del barrio de la Victoria. (AMVA)

 

d Pisuerga_1970

Las aceñas ya prácticamente destruidas. Año 1970, se aprecia la estructura del edificio que preside la entrada del Barrio de la Victoria en la plaza de San Bartolomé. AMVA.

 

Fotografia de 1857 en la que se ven las aceñas aún completas. Al fondo asoman dos arcos del Puente Mayor, y sobre él destaca la puerta que cerraba el puente por la parte del barrio de la Victoria. Esta foto se suele considerar como la más antigua de Valladolid, cosa que no se ajusta a la realidad, pues hay al menos otras dos que representan las fachadas del Colegio de San Gregorio y San Pablo que están fechadas en 1852, según me ha informado el experto Antonio Torres Ochoa.

 

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Y  vamos a la zona de las Tenerías. Año 1910. Barcas y, de nuevo, lavanderas. Parte de las tenerías aún son reconocibles en la actualidad si se pasea por la orilla del río. AMVA

 

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El puente Mayor está muy presente en cualquier estampa del Pisuerga. En este caso vemos al fondo a la derecha la estación de San Bartolomé (tren burra), y a la izquierda la fábrica de harinas La Perla, convertida actualmente en hotel. AMVA

 

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Pero el Pisuerga no siempre es “amable” y con frecuencia, sobre todo cuando no estaba regulado por embalses, se desbordaba. Aquí vemos el agua a punto de tapar los ojos del puente. AMVA

 

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Inundación de 1926. AMVA

 

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Inundación de 1979. AMVA

 

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Volvamos al Pisuerga lúdico. Muchachos bañándose en 1918. AMVA

 

En 1958 se construyó la playa artificial. Durante muchos años fue muy frecuentada por los bañistas, tal como se aprecia en esta foto de los años 70. Al fondo y sobre el agua, las numerosas barcas que  se paseaban por el río.  AMVA

 

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Panorámica de las piscinas Deportiva, Samoa y playa, rebosantes de gente en 1969. AMVA

 

Empezamos de la mano de Cervantes y vamos a terminar con el gran literato: en el pretil del puente Mayor del lado de la Victoria, una lápida reproduce un pasaje de La Galatea alabando el Pisuerga.

 

 

 

UNA REVOLUCIÓN GASTRONÓMICA

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Con el título de “Sabores que cruzaron los océanos”, el Archivo de Chancillería ofrece una curiosa e interesante exposición.

Cuando los españoles llegaron a las islas Filipinas se trajeron consigo sus costumbres y su cultura pero, también, sus alimentos. Fruto de aquel encuentro entre culturas tan distintas es el Museo Oriental de los Agustinos-Filipinos. Mas en esta ocasión se nos expone la influencia culinaria y las rutas y medios de transportes mediante los cuales todos aquellos nuevos productos de la tierra y sus especias se fueron incorporando a la cocina española (y por ende occidental). Lo mismo que Filipinas conoció la cocina española.

La enorme revolución silenciosa que supuso aquel encuentro entre Filipinas y España se produjo porque en aquellas islas confluyeron varios pueblos asiáticos, incluida China, y América: las comunicaciones entre el gran país asiático y Filipinas; y las de estas islas con Latinoamérica a través del llamado “galeón de Manila” o tornaviaje, contribuyeron a una verdadera “globalización” que supuso la combinación de gustos y sabores de Oriente y Occidente

El deseo español de conseguir las especias de Oriente,  a través de una ruta que no fuera la tradicional atravesando a lomos de caballería todo el continente asiático y europeo, fue lo que  impulsó la primera expedición de Colón. Años más tarde fue el famoso viaje de Magallanes el que consiguió alcanzar aquel destino soñado: la búsqueda de una ruta que hiciera más fácil el acceso directo desde América a las islas de las especias: las Molucas. y Filipinas.

Las Filipinas eran un nuevo universo para los españoles del siglo XVI. Unas islas que, como ya hemos dicho, se situaban estratégicamente en el encuentro entre Asia y América. Aquello produjo, entre otras cosas,  un auténtico cambio gastronómico a escala global.

Así que ahora, cuando presumamos de la excelente cocina española, debemos tener presente que en gran parte se ha forjado gracias a Filipinas. Y esto es lo que se nos muestra en el Archivo de Chancillería.

 

Réplica de la Nao Victoria. Fue un buque oceánico que construyó la Corona para ir a las islas de las especias. En aquellos primeros años se la llamaba “Armada de la especiería” o de “Magallanes”. Estaba dotada con 45 hombres. Fue la que dio la primera vuelta al mundo.

 

Vista general de algunas de las salas de la exposición. Una característica de los objetos expuestos es que se pueden tocar. Incluso hay algún puzle a disposición del público.

 

Facsímil de un dietario de a bordo del barco Santa Ana en 1833, perteneciente a la Compañía de Filipinas. En el que se especifica el menú de cada día y  la relación de viandas y bebidas. Por cierto no  iban mal pertrechados de  “caldos” y carnes, como se puede observar. No obstante, la vida a bordo en aquellos galeones era verdaderamente dura. El visitante puede pasar las páginas.

 

Muestras de productos de América y Filipinas.

 

Plano facsímil de la ciudad de Manila en 1671. Como “La Perla de Oriente” se la conocía.

 

La bahía de San Diego de Acapulco, Méjico en el siglo XVIII.

 

Una especie de armario de los olores. El visitante puede abrir las portezuelas y oler las especies que se exponen.

 

Hay varios vídeos muy ilustrativos que muestran el comercio y la cocina que se fue forjando a través de Filipinas.

 

Por último, unas imágenes de los barcos, las compañías que se dedicaban al comercio con Oriente y ciertas costumbres de la época.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DONDE Y HORARIO: Chancillería (en la calle de su mismo nombre); estará expuesta hasta el 10 de septiembre; la entrada es gratuita con el siguiente horario: laborables de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a   19:00, y sábados, domingos y festivos cambia en que  abre una hora más tarde por la mañana.


EL ROSTRO DE DON PERO ANSÚREZ

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El Conde Ansúrez fue un personaje inteligente y culto. Conocedor de la lengua árabe, lo que le valió  ser interlocutor de los reinos cristianos con los califas musulmanes; y emparentó con los Armengol del Condado de Urgel.

Traigo esto a cuento para situar en brevísimas palabras el perfil del personaje al que se atribuye la fundación de Valladolid. Aunque más propio sería decir que a caballo del siglo XI y XII engrandeció o repobló Valladolid, que entonces no era más que una pequeña aldea.

En realidad no hay más que apenas un puñado de documentos que permitan tener certeza sobre la vida y fundaciones de Ansúrez, por lo que se trata de un personaje un tanto envuelto  en la niebla: no se ha podido establecer con precisión  el año de su muerte. Se ha acordado el año de 1118 como el de su fallecimiento pues en marzo de 1117 aún se reconoce su firma en un documento.

Por otro lado, al ser coetáneo del Cid, su vida palidece frente a la poderosa leyenda de aquel guerrero al que, por otra parte, se le atribuyen hechos y hazañas que en realidad no protagonizó. Pero así es la historia.

Es el caso que uno de los pocos historiadores que han abordado la vida de Ansúrez (Carlos Belloso) le define como el personaje más influyente en vida de los reinos cristianos del noroeste español: fue la mano derecha de Alfonso VI y de su sucesora Doña Urraca.

Ni siquiera su enterramiento está exento de cierto misterio, pero parece suficientemente probado que el Conde tuvo su primera morada mortuoria en la antigua Colegiata de Valladolid. Si hacemos caso a José Zurita Nieto, en su libro sobre el Conde, fechado en 1918, los restos de Ansúrez se acomodaron debajo del coro alto de la Colegiata, y en 1674 se trasladaron a la nueva Catedral, que terminaron racalando en la capilla que hay del lado del Evangelio, perfectamente accesible a cualquier visitante.

Llama la atención que el Conde no fuera enterrado, como era su deseo, junto a su amada Condesa Eylo y su querido hijo Alfonso en el monasterio de San Benito de Sahagún (León), tal como era su deseo.

En el año 1095 se consagró la Colegiata. Era un pequeño edificio románico, del que se conserva aún parte de él  reconocible en lo que tiene que ver con la torre. Se trataba de un enclave elevado de la ciudad, aunque un tanto apartado del caserío en su época. Y aquella fundación dio origen al crecimiento de Valladolid más allá de la Esgueva y se crea el nuevo barrio de Francos o de San Martín (iglesia que se construyó con posterioridad a la vida del Conde).

En el Archivo Municipal se conservan unas fotografías, digitalizadas a partir de que me “tropecé” con los originales de papel  en una caja que contenía diversos documentos. La caja tenía fotografías de una especie de exhumación de los restos de Ansúrez llevado a cabo en la Catedral el año 1979. Exactamente el 3 de febrero de aquel año.

Y como estamos en el año en el que se celebra el noveno centenario de la muerte del Conde, vamos a reproducir imágenes que reflejan su rostro y sus hazañas. Todo ello teniendo en cuenta que se trata de recreaciones carentes de cualquier veracidad.

 

 

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Del sepulcro del Conde,   el Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid  nos da esta escueta noticia: “Sepulcro del Conde Pedro Ansúrez; escultura en madera policromada, de hacia 1585, reja de siglo XVII y pintura sobre tabla de San Miguel, del último tercio del siglos XVI”.  A su lado,  un retablo neoclásico de la Crucifixión, original del flamenco Michel Coxcie.

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Imágenes de la exhumación de los restos del Conde. Año 1979. En la primera fotografía aparecen el historiador Jesús Urrea y el canónigo archivero Vicente Rodriguez Valencia (Archivo Municipal de Valladolid).

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Escultura del sepulcro y primer plano de su rostro.

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Escultura que preside la plaza Mayor de Valladolid. Levantada en 1903 y esculpida por Aurelio Rodríguez Vicente Carretero (autor, también, del monumento a Zorrilla). El pedestal de la escultura recrea algunas escenas de la vida del Conde y fue realizado por el arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla y tiene un par de bajorrelieves que llevan la firma de Carretero.

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Retrato del conde en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Valladolid, un óleo anónimo realizado a finales del s. XIX.

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En Mucientes se conserva un óleo  de 1890 del pintor vallisoletano Sánchez Santaren en el que se ve a Ansúrez, junto a su esposa Eylo, estudiando los planos de la iglesia de la Antigua. Una escena similar hay en un fresco que se conserva en el Casino de Valladolid.

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Cedido por la Diputación, el salón de recepciones del Ayuntamiento de Valladolid  (1906) muestra un lienzo de un Conde Ansúrez idealizado al gusto de la época. Su autor, Pedro Díaz Minaya, 1606…

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 … Y una copia de este lienzo la realizó Samuel Luna en 1898, que lo conserva la Diputación Provincial.

 
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 En el techo del mismo salón municipal, un fresco realizado por Gabriel Osmundo Gómez representa, de nuevo, al Conde y su esposa estudiando los planos de la Antigua. A su alrededor se muestran las armas y el poder que ostentaba. Si nos fijamos un poco más veremos que el arquitecto sujeta de su mano un plano del puente Mayor (aunque ya sabemos que no se construyó en vida del Conde).  Por cierto una de las vidrieras del mismo salón reproduce el rostro de Ansúrez, entre los de los Reyes Católicos y Felipe II.

 

NOTA: este artículo es un actualización del que publiqué hace tres años.

VALLE DEL BOTIJAS

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El río Botijas recorre veinticuatro kilómetros desde su nacimiento hasta que desemboca en el Duero, en  Peñafiel. Mientras tanto, traza un pequeño valle que une las provincias de Valladolid y Segovia, lamiendo con sus aguas cuatro pueblos que no por pequeños carecen  de historia e interés.

Por Madres se conoce la turbera que recoge aguas en cantidad suficiente como para formar el caudal del Botijas. Esta turbera, sobre todo en verano, hace casi imposible que se vean las aguas que embalsa, pue bajo el lujurioso manto verde hay profundidades que superan el metro de agua. El paraje es accesible pero exige un poco de prudencia para no meter el pie donde nos podemos topar con el agua.

Y sin más preámbulos, vamos a iniciar nuestro recorrido por el Botijas, territorio del  mítico “El Empecinado”.

 

Cuevas de Provanco es el primer municipio de la provincia de Segovia una vez que atravesamos Castrillo de Duero viniendo desde Peñafiel. Cuevas es un pequeño pueblo que trepa las laderas que desde el valle se encarama hacia el páramo de Corcos, donde está la raya con la provincia de Burgos. En lo alto de municipio, restos de una fortificación.

 

Hasta las Madres podemos ir en una caminata siguiendo el valle desde Cuevas. Un paseo de unas cuatro horas entre ida y vuelta. O acortarlo tomando la carretera que parte de lo alto del pueblo hasta que nos topemos en una curva con unas viejas corralizas. En este punto descendemos hasta las Madres en un paseo que apenas nos lleva tres cuartos de  hora en total.

 

Reiniciamos el regreso por la carretera que nos devuelve a Peñafiel. Vamos a parar en Castrillo de Duero y a caminar un rato por sus calles. El punto más elevado es su iglesia (del s. XVII sobre restos del XII),  mirador que ofrece magníficas vistas del valle. Al otro lado del Botijas está la planicie del Cuchillejo, el punto más alto de la provincia de Valladolid… ¡nada menos que 933 metros de altitud!

 

Castrillo tiene varias casas blasonadas del siglo XVII y XVIII de piedra bien labrada, lo que nos habla de un pasado noble y muy próspero. Un cernícalo descansa sobre uno de los escudos nobiliarios  de la localidad.

 

La plaza del Ayuntamiento está presidida por una escultura de “El  Empecinado”. Fue un soldado de mítica historia nacido en Castrillo y  que alcanzó la más alta graduación militar luchando contra los invasores franceses. De origen humilde,  destacó por su fuerza, decisión e inteligencia. Terminó sus días ajusticiado por orden del taimado Fernando VII porque aquel militar de raza no se plegó a los intereses del malvado rey que traición la Constitución de Cádiz y restauró parcialmente la Inquisición, entre otras lindezas. Nada claro está el origen del apodo “El Empecinado” por el que se conoció a Juan Martín Díez: ¿por su tez oscura? ¿por sus firmes ideas? ¿porque en este lugar el Botijas se caracteriza por la pecina que se forma? El autor de la escultura es el vallisoletano Luis Santiago Pardo.

 

Iglesia de Olmos de Peñafiel que, como la Castrillo, conserva restos románicos, lo que habla de la antigüedad de estos municipios del Botijas. Molino ahora convertido en Museo de la Harina y la Miel que mantiene intacta su maquinaria.  Hay que concertar la visita.

 

Eremitorios: cuevas en las que  oraban monjes que se apartaban durante una temporada del mundo conventual.

 

Mélida: en lo alto de este pequeño municipio de apenas 60 habitantes,  fuente del siglo XIX con el escudo de Peñafiel. Este valle es rico en aguas que vienen de las llovedizas recogidas en los páramos calizos que le rodean.

 

Y el roquedo de Peñafiel se perfila al final del valle que hemos recorrido siguiendo el humilde Botijas,  pero cargado de historia. Habremos observado que en su último tramo hay  viñas y bodegas del afamado vino Ribera de Duero.

CERRADO POR VACACIONES… O ABIERTO, SEGÚN SE MIRE

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Durante unas semanas Valladolid, la mirada curiosa se toma unas vacaciones.

Varios proyectos muy interesantes esperan este mes de agosto para madurar.

Mientras tanto, aquí dejo una docena de postales… entre otras muchas que podrían formar parte del Valladolid histórico, cultural, monumental e industrial.

El verano es una buena época para portarnos como “turistas” en nuestra propia ciudad, así que invito a recorrer la ciudad o la localidad en la que estemos pasando días de vacaciones.

Cada cual tiene su álbum de fotos, recuerdos e impresiones.

¡En septiembre nos vemos!

 

Museo de la Ciencia. Inaugurado en 2003 sobre la base de la antigua fábrica de harinas del Palero (cuyos restos se aprecian en el frontal de ladrillo rojo). Sus arquitectos fueron Rafael Moneo y Enrique de Teresa.

 

Monasterio jerónimo de Nuestra Señora de Prado. Se ha ido configurando a lo largo de los siglos XV a XVIII. En él pernoctó Colón en uno de sus viajes a Valladolid. Tal vez el edificio más interesante desde el punto de vista monumental e histórico de la ciudad.

 

El puente Colgante, de Hierro o del Prado, que de todas estas formas se ha conocido. Se construyó en 1864 y salva un vano de casi 69 metros.

 

El viejo edificio de la Electra Popular Vallisoletana. Construido por el ingeniero Isidro Rodríguez Zarracina en 1905. Una muestra muy importante de la arquitectura industrial vallisoletana.

 

Antiguo convento de San Agustín, hoy Archivo Municipal de Valladolid. Data del siglo XVI y la arquería se desmontó en su día y estuvo ubicada en el Campo Grande, hasta que de nuevo se instaló en su emplazamiento original en 2003.

 

La evocadora calle de Santo Domingo de Guzmán.

 

El viejo Coso se construyó en 1833 y fue plaza de toros hasta que en 1890 se edificó la del paseo de Zorrilla. Luego cuartel de la Guardia Civil y, por último, transformado en viviendas.

 

Casa del Sol ( s. XVI) del conde de Gondomar. Llamado el “maquiavelo español” le tocó lidiar con la diplomacia de Felipe II en Inglaterra en los momentos más duros de la confrontación religiosa entre ambos reinos. Su biblioteca personal fue una de las más importante de España en su época.

 

“Escenario para una película” es el título de esta escultura de Dennis Oppenheim, uno de los más importantes escultores contemporáneos que  falleció en 2011.

 

La afamada Casa Mantilla, se fecha en 1891 y en su día fue el edificio más alto de Valladolid (iglesias aparte) y dispuso del primer ascensor que se instaló en la ciudad.

 

Las refrescantes “Sirenas”, de la artista Concha Gay, en la plaza de la Comedia, del Coca o de Martí y Monsó, que con estos tres nombres se la conoce. 

 

El Pasaje de Gutiérrez, del más puro estilo afrancesado, levantó la admiración de la ciudad cuando se abrió al público en 1886.

 

 

 

NOS VEMOS EN TIEDRA

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AMIGAS Y AMIGOS DE VALLADOLID LA MIRADA CURIOSA:

El blog ha alcanzado (y superado) el medio millón de visitas y para celebrarlo os hago una propuesta: PASAR UN DÍA EN TIEDRA

 DÍA 29 DE SEPTIEMBRE,  SÁBADO

 Tiedra es uno de los municipios más bonitos de Valladolid. Posee un patrimonio urbano con construcciones especialmente singulares: Casa Consistorial,  pósito,  ermita, matadero,  castillo, etc. Probablemente el reloj de sol de su ermita sea el más antiguo de Valladolid.

Pero también ofrece un patrimonio natural y tradicional muy interesante basado en sus fuentes no hace mucho rescatadas del olvido y el abandono.

Estamos hablando de una población que tuvo asentamientos vacceo y romano,  y que ofrece  un caserío contemporáneo  muy interesante.

En colaboración  con el Ayuntamiento y la Oficina de Turismo hemos organizado el siguiente

PROGRAMA:

Por la mañana: recorrido por el casco urbano de la villa para conocer los edificios y construcciones más singulares e históricas. Quedamos en la plaza Mayor y partimos, para comenzar, hacia la ermita, un edificio sorprendente en todos los órdenes, pues es algo más que un edificio de origen religioso.

Durará unas tres horas máximo.

 

Por la tarde (opcional): una actividad de senderismo recorriendo  algunas de las fuentes que rodean Tiedra. Se trata de fuentes de muy variada construcción e historia. El recorrido, en total, ronda los seis kilómetros, y es asequible a todo el mundo.

Las actividades estarán guiadas por el alcalde,  Nunilo (licenciado en Historia Medieval),  y yo mismo. Con la colaboración de Esther, de la Oficina de Turismo.

 

HORARIO:

Mañana, a las 10:00 h. recepción en la plaza Mayor e inicio del recorrido.

Tarde, a las 16:30 h. y también partimos de la plaza Mayor

POR SUPUESTO, SE PUEDE HACER SOLO UNA DE LAS DOS ACTIVIDADES

… Y, si hay un día despejado, recomiendo ver la puesta del sol desde las inmediaciones del castillo: bellísima.

 NO HAY QUE PAGAR NINGUNA CUOTA.

 SUGERENCIAS PRÁCTICAS

Para comer hay las siguientes opciones:

Restaurante el Molino. Reservas 607 640 643

Restaurante El Refugio. Reservas 625 053 039

Ambos rondan los 15 euros

También está el Centro de Turismo Rural: Reservas 983 780 614

El Ayuntamiento  pone a nuestra disposición un  local para quien quiera llevar su propia comida.

Para los más intrépidos, y ya fuera de la excursión,  está la opción de quedarse hasta la noche para visitar el Centro Astronómico: 660 028 282 para reservar.

 

EL NÚMERO MÁXIMO DE ASISTENTES ES DE 50 PERSONAS, POR LO QUE ES IMPRESCINDIBLE QUE ME COMUNIQUÉIS LA ASISTENCIA

Correo electrónico: jesusantaroca@hotmail.com

FUENTE DORADA: DESDE HACE 400 AÑOS

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En 1618 ya corría el agua de la traída de Argales en la fuente que se levantó en la plaza de la Espadería, o de Guarnicioneros, o de la Gallinería Vieja, que de todas estas formas se conocía la que terminaría llamándose plaza de la Fuente Dorada, nombre que definitivamente se acordó en 1863.

Es decir, este año 2018 es el cuarto centenario de la existencia de esta popular e histórica fuente de Valladolid.

La presencia de fuentes en el interior de la ciudad trajo grandes ventajas y beneficios a la comunidad: sirvió  para el consumo de boca y para cocinar los alimentos. También fue muy útil para la higiene de las personas y facilitó las tareas domésticas consustanciales al abastecimiento de agua y lavado de ropa. Favoreció las actividades económicas y artesanales, y permitió apagar incendios (muy frecuentes en aquellas épocas) con mayor eficacia.

Las obras  fueron muy costosas y complicadas, pues no era cosa pequeña coger agua a más de 6 kilómetros de distancia y hacerla llegar hasta la fuente solo mediante gravedad con un escaso desnivel, por lo que Juan de Herrera hizo una auténtica proeza. De hecho, la traía de las aguas de Argales hasta Valladolid se ha calificado como una de las obras de ingeniería más importantes del Renacimiento español. Producto de aquellas obras son las famosas y conocidas Arcas Reales.

 

La construcción de la fuente Dorada y la que se erigió después en Rinconada fue el resultado de un proyecto que, en realidad, se había quedado muy corto respecto de las expectativas del Concejo que en el año 1603 había acordado que el agua llegara,  al menos, a otras seis plazas más. En la imagen se refleja el proyecto al que aspiró el Ayuntamiento en el siglo XVII. Pero no pudo ser, por razones económicas. ¿Cómo era la primera fuente que se construyó en 1618?  No hay ningún plano ni dibujo, pero por algunas descripciones podemos deducir que la fuente tenía bolas y pedestales, con antepechos de hierro, una gran taza octogonal y varias escaleras, y estaba rematada por una bola con una aguja de bronce (dorado). De ahí su tradicional nombre de Fuente Dorada. La imagen está tomada del libro que sobre las Arcas Reales coordinó Carlos Carricajo.

 

Unos cien años después los adornos se cambiaron por unos delfines de piedra, y encima un tiesto de flores bajo una estatua representando la primavera, muy dorada. También tenía bolas y pedestales. Por las crónicas de la época conocemos que un muchacho le rompió la cabeza de una pedrada y que el pueblo comenzó a llamarla “fuente de la primavera sin cabeza”. Acompañamos el artículo con un fotomontaje de Alberto García (a petición mía) de cómo podría haber sido esa fuente si aún hoy existiera. Con el paso de los años la estatua de la primavera se sustituyó por una tinaja o jarrón, sin que se pueda saber en qué año ocurrió aquello.

 

En 1840 nos encontramos ante una reforma de la fuente para colocar la estatua del dios Apolo sobre un pedestal. De esta fuente sí tenemos una fotografía de la época que localizó casualmente  el catedrático de Historia el Arte Jesús Urrea. La fuente también tuvo adornos dorados. Tenía un pilón ochavado y estaba rodeada de un zócalo de piedra y un enverjado con ocho remates de bronce. Para el pedestal se utilizó piedra de la torre de la Catedral que poco antes se había hundido. Como tantas cosas, en principio intrascendentes, que acometía la corporación, no fue asunto sencillo tomar la decisión sobre su colocación y, así, se anduvo en informes y cavilaciones sobre la orientación que debía tener la escultura: ¿debería mirar hacia la calle Orates, es decir hacia la Catedral, o debería orientarse hacia la plaza Mayor? Para ello se emitieron sendos informes: uno del arquitecto municipal, y otro del pintor Pedro González de cuyo taller, sin que se sepa muy bien porqué (¿esculpida o restaurada por él?) salió la escultura para instalarse en el pedestal. Ambos coincidieron en que debía orientarse hacia la calle de Orates, tanto porque es la que da la perspectiva más larga para ver la escultura, como porque, según el pintor, al representar al dios del sol, debería orientarse hacia el Este, lugar por donde amanece el astro rey. La foto original  tiene el siguiente pie: “La fuente del dios Apolo en la plaza de Fuente Dorada hacia 1857, por Gaudin. Foto colec. C. González”.

 

Esta fuente se desmontó en 1876 y se sustituyó, sucesivamente, por  cubos de piedra y, luego, de hierro (según años), con una farola encima. Que fuera una fuente de sencilla factura no significa que los ediles no se preocuparan por ella, pues incluso el tipo de farolas que se pusieron en ella dio origen a más de un debate en el pleno del Ayuntamiento.  Así, los concejales se emplearon a fondo en julio de 1897 para debatir si la fuente, en vez de disponer una columna de tres farolas, tal como proponía el dictamen de la comisión, debía ser de una sola farola, de las llamadas cuatro de septiembre. Pero aún más, un concejal propuso que ni farola de una luminaria ni de tres, sino que se colocara una de cinco. Sometido tan “importante” asunto a votación, ganó el dictamen de la comisión… es decir que el cubo de la plaza de Fuente Dorada lució una farola de tres luminarias. No obstante, no fue este un asunto que quedara grabado a fuego para la eternidad, pues como se aprecia en las fotos de época, la fuente  sustentó diversos tipos de farolas. Pero es que el afán de perfilar los detalles por parte de los munícipes no tenía límites, dado que  el debate también se extendió a sobre si la piedra a emplear en la nueva fuente debía ser de las canteras de Campaspero,  de Villanubla… o de granito. A pesar de que Valladolid ya se estaba abasteciendo con el agua del Canal del Duero, el Ayuntamiento decidió que la fuente Dorada, así como la de Rinconada,  siguiera surtiéndose de las aguas de la traída de Argales.

 

Y llegamos a 1948, año en el que el Ayuntamiento retoma la idea de que la Fuente Dorada tuviera algún adorno. Para ello nada mejor que aprovechar la donación de una estatua que hasta entonces estaba ubicada en el Palacio del Marqués de Casa Pombo (más conocido como palacio de Villena). Una estatua que se mandó pintar con purpurina: de ahí la sorna popular que hizo que acabara  conociéndose como Don Purpurino. Apodo que ha quedado para la historia y en el que nos reconocemos cuando hablamos de aquella estatua de bronce. La escultura se inauguró en 1949, en medio de un estanque con peces de colores, pero no contó con la simpatía popular.

 

¿Porqué no contó con las simpatías del público? Veamos. Según se mirara desde cierta perspectiva, el “Purpurino” parecía estar sujetándose el pene, que no era sino un pergamino que portaba en su mano izquierda a la altura de la cintura. Por otro lado no se sabía a ciencia cierta de que personaje se trataba:  ¿un dios Hermes, un azteca, un mensajero…? En El Norte de Castilla se publicó lo siguiente: “Ayer fue descubierta, previa una mano de deleznable purpurina, la estatua que corona la fuente Dorada”, y sigue: “Un impaciente que ayer nos escribía llamaba a esta figura “el fantasma del saco”, debido a que su capa parecía la tela de un saco.

 

Total, que en 1953 (cuatro años después de su inauguración) el Ayuntamiento terminó por desmontar el Purpurino, donarle al pueblo de Tamariz de Campos, donde ahí sigue, y poner una esbelta columna que se remataba con cuatro farolas de hierro fundido, permaneciendo igual el estanque y graderío que rodeaba los surtidores. La fuente se desplazó de sitio y se ubicó a un lado, para facilitar el tráfico de coches y el aparcamiento. La foto es de Cacho.

 

Aquella gran fuente se desmontó en la década de 1970 y la famosa Fuente Dorada quedó reducida a un mísero cubo de piedra en un rincón de la plaza. Ahora, la columna y sus farolas están en la plaza de La Trinidad, delante de la biblioteca de la Junta de Castilla y León (o de la iglesia de San Nicolás).

 

Hasta que en 1998,  tras la profunda remodelación que se hizo  en la plaza, volvimos a tener la fuente monumental que actualmente vemos. Se debe al arquitecto, ya fallecido, Fernando González Poncio, que fue quien firmó la remodelación de la plaza e incluyó, por iniciativa propia,  la erección de esta fuente. El diseño ha tratado de representar una especie de resumen histórico de la misma: la bola dorada que adornó la fuente en su primera traza; el pilón ochavado que tuvo en ocasiones; figuras y mascarones que con frecuencia adornaban la fuente; un relato y representación de los oficios y actividades que a lo largo de los siglos hubo en sus inmediaciones. Los adornos incluyen una mujer con el cántaro, pues es la principal protagonista en el abastecimiento de agua a los hogares.

 

Los cuatro mascarones por los que  mana el agua representan las estaciones del año: comienza por la primavera, que mira hacia la calle Teresa Gil, y siguen hacia la derecha el verano, el otoño  y el invierno.  La cara de la primavera es un rostro joven, que va envejeciendo notablemente según discurren las estaciones del año. . Estos mascarones también representan las estaciones en el adorno que aparece en sus cuellos: los frutos de la primavera… las mieses del verano… las uvas del otoño… y las bellotas del invierno. Y, por último, la fuente esconde un pequeño secreto: el nombre de su escultor, el citado González Poncio, que está grabado bajo el mascarón de la primavera que, como se ha  dicho, mira hacia la calle Teresa Gil,  donde el ya fallecido arquitecto vivió algunos años. Esta leyenda difícilmente se lee cuando la piedra está mojada, por lo que si se quiere ver con claridad hay que madrugar un poco, antes de que comience a fluir el agua desde los caños.

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