El paraje conocido como El Riscal o El Llanillo, un páramo próximo a Santiago del Arroyo, acoge el mayor sabinar de Valladolid. Si hay un lugar imprescindible que ha de conocerse es este, que, además, ofrece espléndidos paisajes y las siluetas de varios municipios: Iscar, Portillo…
Otros sabinares, hay en Aldealbar (Monte de la Unión), y en Peñafiel, pero ninguno tiene la concentración de sabinas y enebros que ofrece Santiago del Arroyo. Un sabinar que se extienden por un suelo pobre, pedregoso y calizo, ideal para estos árboles.
Comenzamos el paseo y aconsejo llevar un bastón que nos ayude a mantener el equilibrio y unos prismáticos para disfrutar de las panorámicas.
Entre las casas 18 y 20 de la calle Real de Arriba (la vieja carretera), comienza una ruta circular de unas tres horas, y cuya mejor referencia de que vamos por el buen camino son las cuatro o cinco bodegas que vemos al frente, en la ladera. Si se prefiere, se puede subir en coche hasta el mismo sabinar. En la primera fotografía, la fachada de la casa del reloj en la que comienza la ruta. Una vez que dejamos atrás el caserío giramos a la izquierda hasta cruzar por debajo de la carretera. Nada más pasar, la primera a la derecha y siguiendo este ancho (y un tanto polvoriento) camino, la primera desviación que sale suavemente a la izquierda emprende decididamente la subida al sabinar. Una vez arriba, continuaremos el camino hasta que este comienza a descender hacia otro valle. En ese momento comenzados a caminar hacia nuestra derecha siguiendo siempre el borde del páramo. Es imposible perderse pues estamos bordeando una especie de península rodeada de los valles que la dibujan: el arroyo Valseca, el de Santa María y el del Henar. Vista del caserío y del camino que hemos traído, según vamos ascendiendo hacia el sabinar.
Las sabinas parecen alimentarse del suelo calizo que las sostiene. Cabe advertir que la sabina y el enebro son de la misma familia. Juníperus thurífera es la sabina, y juníperus oxycedrus es el enebro, que, normalmente de porte arbustivo y finas hojas realmente puntiagudas suele mostrar unas pequeñas bayas de.. La sabina es un árbol que puede alcanzar edad milenaria.
Panorámica del valle del arroyo Valseca, que discurre a nuestra izquierda.
Una desafortunada decisión en su momento ha permitido que se roturasen grandes extensiones de terreno y, además, se llevaron a cabo inadecuadas plantaciones de pino.
En un momento dado, todavía en la primera dirección que seguimos, al borde se verá una curiosísima construcción: una especie de pila hecha por la mano del hombre que hay quien la atribuye a un pastor que la labró para dar de beber a sus ovejas. Hay un hito que indica el lugar de la pila (si no lo han desbaratado).
A poco que nos fijemos se verán los cortes en el suelo calizo que indican tratarse de explotaciones de piedra; industria que se llevaba a cabo con profusión en estos lugares. Ahora estos parajes tan solitarios conocieron épocas no tan lejanas en las que había trasiego de gente: se labraban las laderas y los caminos se transitaban para acarreo de mercancías entre los municipios del entorno, pues Santiago del Arroyo fue un pueblo de transportistas. Gente que dedicaba su tiempo, una vez concluidas las faenas agrícolas de su pequeño término municipal, a acarrear materiales de construcción a los municipios del contorno.
Llegamos a una de las “esquinas”, cuando nuestros pasos nos indican que ya estamos rodeando el Riscal. En la parte alta de la imagen (a la izquierda), la torre del castillo de Íscar. Si nos fijamos, hacia la derecha y en el llano, se verán los caseríos de Megeces y Cogeces de Íscar. Y por el valle, el retorcido trazado que marca el arroyo de Santa María.
Casi en la esquina opuesta, donde en realidad vamos a iniciar el camino de vuelta, se destaca la silueta inconfundible de Portillo. En la parte de debajo de la imagen, en ruinas, la antigua fábrica de rubia (planta de la que se obtenía tinte rojo muy utilizado en el pasado en la industria textil). Antes de entrar en ruina, en el siglo XX se dedicó a producir energía eléctrica.
Ya comenzamos a volver (siempre buscando el borde del sabinar). Observamos que vamos en paralelo a la carretera de Segovia y que ya se adivina el caserío de Santiago: al fondo el municipio de Camporredondo, y en lo alto, el de Montemayor de Pililla.
Molino del Valle, del siglo XVIII, movido en su día por las aguas del arroyo del Henar.
Junto a la carretera, la Laguna del Prado. Es un pequeño pero interesantísimo humedal. Sus aguas no provienen solo de las lluvias o manantiales cercanos, sino que se alimentan de las corrientes subterráneas de las aguas freáticas provenientes de la las montañas de Navacerrada, en Segovia.
Vamos a hacer un último recorrido: visitar el Riscal. Se trata de un lapiaz: formación geológica propia de terrenos yesíferos que se erosiona con los ácidos que transporta la lluvia. Está horadado de tal manera que termina por parecer una hermosa filigrana de la naturaleza sin igual en Valladolid (otro lapiaz de menor potencia hay en Montemayor de Pililla). Para llegar hasta él hay que seguir las siguientes indicaciones: según hemos subido desde Santiago, arriba ya, inmediatamente sale un sendero a nuestra derecha (justo frente a un camino bien marcado que va en dirección opuesta). Le seguimos sin dudar y como a 800 metros, junto a una labranza veremos un pino solitario. Casi a su altura, nos metemos en la maleza que hay a la izquierda y a poco que indaguemos daremos con el lapiaz.
Diversas imágenes de Santiago del Arroyo: una focha en la Laguna, el arroyo del Henar al atardecer y restos de una linajuda casa.
Plano que nos ayudará en nuestro paseo: 1, cuesta que subimos desde Santiago; 2, aproximadamente donde se localiza la pila; 3, antiguo molino de rubia; 4, molino del siglo XVIII; 5, Laguna del Prado; 6, sendero que nos lleva hacia el lapiaz; y 7, zona del lapiaz.
